lunes, 1 de abril de 2024

Poder paranoide


 

"Los políticos viven excitadamente su carrera de ascenso al poder, pero una vez alcanzado, han de ocultar cuidadosamente lo mucho que sufren por conservarlo el mayor tiempo posible. 

Se tornan cautos y recelosos, e incluso creen ser víctimas de agresiones injustificadas y críticas malévolas, sintiéndose temerosos de cualquier maniobra o conjura para arrebatarle el poder. La elevada posición alcanzada le impedía replantearse las cosas y debía atrincherarse en el partido, aunque eso le alejase cada vez más de sí mismo. 

Tenía la sensación de existir solo en función de su partido, y del poder, a través de él, alcanzado. De hecho, cuando salía de ese ámbito, aumentaba su miedo, y si se encontraba entre gente desconocida tenía la imperiosa necesidad de gritar que él era diputado. 

El líder político no sufre la angustia del anonimato, pero el riesgo de caer desde la cima del poder puede ser mucho peor. Sucede a menudo que da por definitivamente conquistado el cargo que ostenta, y le angustia extraordinariamente la mera posibilidad de perderlo. 

Tan identificado se encuentra con el poder que está convencido de que sin ese poder, no será nadie, no podrá sobrevivir. Carente de una vida privada satisfactoria, pretende que su vida tenga siempre una proyección pública positiva. 

El político vive en permanente espectáculo, tal si fuera un actor que precisa del aplauso y del reconocimiento público. 

Percibe la realidad como un espejo que ha de devolverle una imagen positiva de sí mismo, lo que inevitablemente tienda a proporcionarle una visión distorsionada del mundo, una visión autorreferente y paranoide, tanto en sentido positivo como negativo. 

El poder es como una droga, que se anhela cuando no se tiene, pero que también hace sufrir cuando se la consume persecutoriamente". 


"La máscara de los poderosos". Enrique González Duro.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Psicología franquista y "gen rojo".


 

"El gran contingente de prisioneros de guerra internacionales en poder de las fuerzas nacionales ha permitido  que, con la ayuda de entusiastas colaboradores, emprendiéramos investigaciones en masa, encaminadas al estudio de las relaciones que puedan existir entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político marxista.

La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos, pero teníamos ahora una ocasión única de comprobar experimentalmente que el simplismo del ideario marxista y la igualdad social que propugna, favorece su asimilación por los deficientes mentales, que hallan en los bienes materiales que ofrecen el comunismo y la democracia la satisfacción de las más bajas apetencias humanas.

Indefectiblemente unidos al marxismo y la inmoralidad social, parece presumible que se alistasen en sus fuerzas de choque los psicópatas internacionales de todas las categorías, particularmente los antisociales. 

La comprobación de nuestra hipótesis tiene enorme trascendencia político-social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de plaga tan temible.

Ello corrobora nuestra repetida opinión de que los marxistas aspiran al comunismo y a la igualdad de clases a causa de su inferioridad, de la que seguramente tienen conciencia, y por ello se consideran incapaces de prosperar mediante el trabajo y el esfuerzo personal. 

Si se quiere la igualdad de clases no es con el afán de superarse, sino de que desciendan a su nivel aquellos que poseen un puesto social destacado, sea adquirido o heredado.  Conocedores los dirigentes marxistas de tales sentimientos, su política ha sido siempre favorecer a estos últimos en perjuicio de los selectos sociales. 

Si tal conglomerado criminoide milita en las filas marxistas débase a que éstas resultan atractivas para los resentidos sociales, que destruyendo la sociedad se vengan de no haber alcanzado en ella otro puesto que el de un número en la muchedumbre anónima".


"La locura y la guerra". A. Vallejo Nágera.