"Más diremos, el mal no está todo en la misma Constitución, ni se pondrá el remedio a nuestros males con un mero cambio de ley fundamental, sea éste el que fuere: una de las causas principales de nuestro malestar, de los peligros del trono, de la flaqueza de las instituciones, de la dificultad de fundar un gobierno, está en que, por efecto de la guerra dinástica, política y religiosa, y del desenlace que ella ha tenido, se halla fuera de juego una masa inmensa en que no sólo hay número, sino también grandes principios e intereses; y por lo mismo, todas las combinaciones que se hacen para establecer un sistema político sólido y duradero se limitan a un círculo muy reducido: todo se circunscribe a un bando político que, dividido en dos fracciones que se aborrecen de muerte y que han sellado su odio con sangre, no pueden servir de base para fundar un gobierno.
Lo hemos dicho varias veces y lo repetiremos aquí: en no haciendo entrar como elemento de gobierno a ese partido a quien se desdeña, es imposible, absolutamente imposible, establecer en España nada sólido y duradero.
Los hombres superficiales o de mala fe andarán discutiendo sobre si es partido legal o no, sobre si ha abandonado sus antiguos principios o no; y le ofrecerán una especie de perdón de los pasados extravíos si se arrodilla a sus plantas, abjura sus errores y promete en adelante portarse como verdadero liberal.
Y con este modo tan singular de fin a las discordias civiles pretenderán quizás haber hecho una obra maestra de política. ¿Así comprendéis el corazón del hombre? ¿Asi habéis estudiado la historia? ¿Así habéis consultado la experiencia? ¿Así esperáis convertir y hacer creer a vuestros adversarios que pueden darse por contentos con un indulto y con una mirada de protectora benevolencia?
Los verdaderos hombres de Estado mirarán ciertamente la cosa con ojos muy diferentes: ellos saben que cuando obran en el fondo de un gran partido principios que no perecen, cuando se combinan con poderosos intereses, no hay otro medio que transigir, que atraer a ese partido haciéndole concesiones que le pongan en igual rango que a los demás, que darle puntos de apoyo en que vea garantido el cumplimiento de las promesas; en una palabra, hacerle entrar de una manera real y efectiva como elemento de gobierno.
Si esto no se hace en España con el partido carlista, vanos son todos los esfuerzos para asegurar la tranquilidad pública y labrar la prosperidad de la nación: aun suponiendo que él no intente nada, que se mantenga del todo inofensivo, totalmente pacífico, le basta dejar a sus adversarios solos en la arena para que éstos se combatan incesantemente y se arrebaten alternativamente el poder, turbando de continuo el país y conduciéndole a un extremo de desquiciamiento y anarquía".
"La situación y las necesidades del país". Jaime Balmes.
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