"Finalmente, los recién llegados fueron a la iglesia principal.
De un extremo a otro, separando la iglesia en dos partes, había un muro bajo; es entonces cuando, por primera vez, los dos sacerdotes comprobaron atónitos que el mismo cristianismo, en sus lugares más santos, estaba tan contaminado como la ciudad entera por el sistema de castas.
Allí, en la iglesia, a la vista de todos, como un bofetón en plena cara, se elevaba un muro de división, y como para marcar aún más el horror y la vergüenza, se habían colocado en la línea de separación los confesionarios.
Más tarde encontró otras iglesias en las que la sagrada comunión se distribuía en dos patenas distintas.
Los cristianos de casta recibían el cuerpo de Cristo de manos del sacerdote, a los parias se les distribuía utilizando una pinza.
Para un indio, decía Gnanadicasamy, no existe nada más terrible que perder su casta.
Esta es la razón por la que, incluso si se hace cristiano, quiere a toda costa conservar su casta y es en ese punto precisamente donde reside la dificultad con los misioneros.
Vostros os comportáis como si todos los hombres fuésemos iguales y como si no existiera ninguna barrera entre las diferentes castas.
Vuestros empleados son parias. Esto, os convierte en impuros".
"Deja que te cuente. Vida de Mons. Marion de Brésillac". Paco Bautista.
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