sábado, 19 de octubre de 2019

El pacto social



"Yo supongo los hombres llegados a este punto en que los obstáculos que dañan su conservación en el estado de la naturaleza, inutilizan por su resistencia las fuerzas que cada individuo puede emplear para mantenerse en esta situación. Entonces este estado primitivo no puede subsistir mas, y el género humano perecería si no mudase en el modo de ser o de existir.

Así como los hombres no pueden crear nuevas fuerzas, sino solamente unir y dirigir las que ya existen, tampoco tienen otro medio para conservarse sino el de fomentar por agregación una suma de fuerzas que pueda ponerles en estado de resistir, que pueda ponerles en movimiento por un solo móvil, y hacerles obrar de concierto.

Esta suma de fuerzas no puede nacer sino del concurso de muchos, pero siendo la fuerza y la libertad los primeros instrumentos de la conservación de cada hombre ¿como podrá empeñarlos sin hacerse daño, y sin despreciar los cuidados que se debe a sí mismo?

Esta dificultad se puede enunciar en los términos siguientes: «Hallar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común la persona y bienes de cada asociado; y por la cual uniéndose cada uno a todos; no obedezca sino a sí mismo, y quede tan libre como antes.» Tal es el problema cuya solución desempeña el contrato social. 

Las cláusulas de este contrato están de tal modo determinadas por la naturaleza del acto, que la menor modificación las hace vanas y de ningún efecto, de suerte que aunque ellas tal vez no hayan sido jamas formalmente enunciadas, son en todo y por todo tácitamente admitidas y reconocidas: y cuando se viola este pacto social, cada uno vuelve entonces a sus primeros deberes, y recobra la libertad natural perdiendo la libertad convencional por la que renunció aquella.

Estas cláusulas bien entendidas se reducen a una sola; es a saber: la enajenación total de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad, porque en primer lugar, dándose cada uno enteramente la condición es igual para todos, y siendo así ninguno tiene derecho de hacerla onerosa a los otros.

Ademas que en haciéndose la enajenación sin reserva, la unión es tan perfecta como puede ser, y ningún asociado tiene nada que reclamar. Pero si se dejan algunos derechos a los particulares, no habiendo ningún Superior común que pueda pronunciar entre ellos y el Público, y siendo cada uno en cualquier punto su propio juez, pretendería bien pronto serlo en todos; y entonces subsistiría otra vez el estado de la naturaleza y la asociación vendría a ser o tiránica o vana. En fin cada uno dándose a todos no se da a nadie, y como suponemos que no hay ningún asociado sobre el cual no se adquiera el mismo derecho que él tiene sobre los otros, se gana el equivalente de todo lo que se pierde, y mas fuerza para conservar la que se tiene.

Si se separa del pacto social lo que no es de su esencia, esta reducido a los términos siguientes. Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y nosotros en cuerpo recibimos cada miembro como parte indivisible del todo. Al instante en lugar de la persona particular de cada contratante, este acto de asociación produce un cuerpo moral y colectivo, compuesto de otros tantos miembros como tiene votos la asamblea, la cual recibe de este mismo acto su unidad, su personalidad común, su vida y voluntad. 

Esta persona pública que se forma así por la unión de todos, tomaba otras veces el nombre de Ciudad, y ahora debe llamarse República o Cuerpo político y también es llamado por sus miembros Estado cuando él es pasivo, Soberano cuando es activo, y Potencia comparándola a sus semejantes. 

Por lo que toca a los asociados, ellos toman colectivamente el nombre de Pueblo, y se llaman en particular Ciudadanos como participantes de la autoridad Soberana, y vasallos como sumisos al Estado. Pero estos términos se confunden continuamente y se toman unos por otros: basta saberlos distinguir cuando son empleados en toda su precisión".


"El contrato social". Jean-Jacques Rousseau. 

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