En la madrugada del 7 al 8 de noviembre de 1917 (24-25 de octubre según el calendario ruso), hace ya más de 100 años, militantes y miembros del partido bolchevique ruso y de la guardia roja afincados en la capital del imperio ruso zarista, San Petersburgo, y liderados por los dirigentes comunistas Vladimir Ilich Ulianov Lenin y León Trotsky, tomaban al asalto y por la fuerza, aunque sin derramamiento de sangre el último reducto del Gobierno Provisional y posteriormente del gobierno republicano ruso dirigido por el socialista moderado Aleksandr Kérenski.
Cuando llegan a España los primeros ecos de los sucesos revolucionarios de febrero-marzo de 1917, la opinión pública española sigue con interés la evolución de los sucesos políticos que vienen del, ya en ese momento, frente oriental de la guerra mundial. Los principales periódicos españoles de la época, tanto los de difusión de masas (tales como el ABC, La Vanguardia, El Sol, El Liberal o el Heraldo de Madrid), como los periódicos obreros (especialmente El Socialista, del PSOE, y Tierra y Libertad, de la CNT y los anarquistas), estaban centrados a lo largo de 1917 en lo relativo a política exterior e internacional en un hecho fundamental para toda la prensa europea de la época; la guerra.
La guerra mundial (que se había desatado en Europa en 1914), y solamente la guerra, llenaba las primeras planas y las páginas de la mayor parte de los periódicos españoles e internacionales del momento. Hasta ese momento, la primera guerra mundial estaba siendo el conflicto bélico de mayor calado en la historia reciente de Europa, y España, como no podía ser menos, tenía puesto todo su interés en el asunto.
Fruto de las políticas imperialistas de finales del siglo XIX, para 1914 se habían ido configurando en el continente europeo unos grandes imperios que, debido a sus diferencias y al afán competitivo del imperialismo, se habían mostrado incapaces de dirimir sus rivalidades territoriales por vía diplomática. Cuando Austria-Hungría declara la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914, estalla la primera guerra mundial.
A pesar de estar implicados casi todos los países europeos, solo unos pocos, como España, permanecían neutrales en el conflicto. Según un Parte Oficial del Ministerio de Estado publicado en la Gaceta de Madrid el 7 de agosto de 1914, Su Majestad el Rey Alfonso XIII ordenó “la más estricta neutralidad a los súbditos españoles, con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del Derecho público internacional”.
Sin embargo, el impacto de la guerra generó una división en España que se manifiesta claramente entre las diferentes ideologías políticas, de forma que, por lo general, los partidarios de ideologías o partidos conservadores o autoritarios se declaraban germanófilos, mientras que los partidos o gentes de izquierdas y progresistas en general, se declararán aliadófilos.
Esta cuestión no va a ser baladí en el tema ruso, puesto que va a definir claramente la actitud de los partidos políticos y la prensa española a la hora de tratar los acontecimientos de la revolución rusa de 1917 de forma que, carentes de un análisis profundo, en un primer momento los partidarios españoles del bando aliado acusarán a Lenin y a los “maximalistas” (que, como muy bien indica la escritora Helen Rappaport era el nombre que los periodistas y observadores internacionales dieron a los bolcheviques) de ser agentes alemanes y, en general, de debilitar la causa aliada, al retirar a Rusia de todo el frente oriental, lo cual beneficiaba claramente a los alemanes en el desarrollo de la guerra.
En lo relativo a la prensa española, y a cómo, en general, la opinión pública española trata el tema de la revolución rusa de 1917 en España, cabe decir que España no era un país desinformado. Lejos de ello, fueron numerosos los periódicos de toda índole que mantuvieron a los españoles permanentemente informados.
Aquí, cabría analizar cómo trató el tema de la revolución rusa el principal periódico conservador burgués de la época, el monárquico ABC. En este aspecto, cabría destacar que el campo conservador español contó, a diferencia de todos los demás espectros ideológicos y periódicos de la época, con la única testigo directa de los acontecimientos en el lugar de los hechos, la periodista gallega Sofía Casanova.
Casanova fue, en aquellos años, lo que hoy podríamos entender como la primera gran reportera de guerra reciente y presenta una vida apasionante, digna de una autentica novela de aventuras. Según las biografías escritas por Inés Martín Rodrigo, María José Turrión y Cristina Barreiro, Sofía Guadalupe Pérez Casanova, gallega y nacida en 1861, inicia su carrera literaria muy joven. Tras casarse en 1887 con el filósofo y diplomático polaco Wincenty Lutosławski, marcha unos años a vivir a Polonia.
Así permanece Sofía viviendo hasta el estallido de la gran guerra en 1914, compaginando sus amplias y diferentes profesiones, siempre relacionadas con las letras, pues su principal trabajo como escritora y poetisa, lo alternaba con otros como traductora y periodista, donde llegó a escribir para casi todos los grandes periódicos españoles e internacionales, tales como ABC, El Liberal, La Época, El Imparcial, New York Times o en la Gazeta Polska, de forma que, para cuando estalla el gran conflicto bélico en el verano de 1914, Sofía Casanova era una escritora y periodista consagrada con cierto renombre en las cortes literarias de toda Europa occidental.
Y fue precisamente en uno de esos muchos viajes de ida y vuelta a Polonia, donde le sorprende en 1914 el estallido del conflicto bélico mundial, empezando a trabajar como corresponsal de guerra describiendo el frente ruso en los primeros meses y años del conflicto bélico para el diario monárquico español ABC.
Sin embargo, el avance alemán en el frente ruso provocan que tenga que marcharse de Polonia con su familia, y así llega en octubre de 1916 a San Petersburgo, capital entonces del Imperio Ruso, a poco menos de un año del estallido de la revolución bolchevique.
Allí fue testigos de los sucesos y acontecimientos que, poco a poco, desencadenaron el estallido de la revolución bolchevique. Casanova fue testigo y narró la muerte del terrible Rasputín, místico y consejero real ruso a finales de 1916, del estallido de la revolución de febrero-marzo de 1917, del destronamiento y caída del Zar Nicolás II, la represión del gobierno Kerensky a los bolcheviques en el terrible verano de 1917, y por fin, el triunfo de la revolución bolchevique y el asalto al Palacio de Invierno en los primeros días de noviembre.
Como vemos, gracias a Casanova, los españoles pudieron leer en las páginas del ABC todo cuanto acaecía en la turbulenta Rusia de 1917 de primera mano por parte de la única española que fue testigo directo de los sucesos y que convirtieron al ABC en una fuente única de información, quizá no diaria por las censuras y el caos en las comunicaciones de un país en guerra y revolución, pero sí con bastante asiduidad, de todo lo que pasaba desde dentro.
Ya en agosto de 1917, Casanova escribía el ambiente neurótico del gobierno de Kerensky de persecución y acoso a los bolcheviques con las siguientes palabras;
“La insurrección de los maximalistas (soldados, obreros anarquistas y pacifistas), ha sido vencida, no puede decirse que sin verter sangre. Soldados han disparado contra soldados y contra mujeres fanáticas, acompañando a los obreros, sus maridos o camaradas. Víctimas de una democracia que se contradice a sí misma, que no gobierna, que carece de autoridad, y que por salvar el honor y los intereses de Rusia, aliada con la Europa antigermana, ha desatado la tempestad interior, que cuatro discursos de Kerensky y las descargas fratricidas, son impotentes a contener en las negras horas”.
Es curioso leer estas palabras de Casanova en agosto de 1917, apenas a 3 meses del triunfo bolchevique, y donde se lee un claro sentimiento de simpatía hacia los bolcheviques temporalmente derrotados, de desprecio al gobierno Kerensky y a la República Rusa en general y de esperanza en el futuro. Sin embargo, poco duraría la admiración o, al menos, el respeto del ABC y de Casanova hacia los bolcheviques rusos.
Y es que tan solo un mes después del triunfo de la revolución rusa, en diciembre de 1917, la periodista y escritora gallega se las ingenia para colarse en el entonces todavía cuartel general bolchevique, el Instituto Smolny de San Petersburgo, para entrevistar nada menos que al número dos de la revolución, y futuro creador del ejército rojo, el revolucionario León Trotsky, años después defenestrado por sus ex compañeros de armas.
El cambio de opinión de Casanova y del ABC, en general, de las alabanzas de agosto a los titulares de diciembre, son asombrosas. El subtítulo del artículo “En el antro de las fieras”, es ya bastante clarificador del cambio de opinión, y describe la reunión y a la nueva Rusia así;
“En el antro de las fieras, existe menos disparidad entre ellas y aquel que existía en el Palacio de la Duma. Impresiona y desasosiega el Instituto Smolny, y sus moradores, porque es un foco de anarquía y porque la ignorancia y el odio de los antiguos esclavos a todas las clases sociales, arma sus manos con el ensañamiento demoledor. Al fanatismo jerárquico del Imperio substituye el otro, el de la ergástula en rebeldía. ¿Qué pueblo podrá ser feliz gobernado por el terrorismo de abajo?”.
Un artículo demoledor el de Casanova, donde describe a Rusia como un país caótico, desordenado, ignorante, lleno de odio, fanático e incluso terrorista, como no podía ser menos en una corresponsal con fuertes ideales católicos, monárquicos y conservadores. Este rápido divorcio de ABC con la experiencia leninista se manifiesta de forma tajante en otros textos, tal y como se evidencia en el artículo “La conferencia de Moscú” del 9 de diciembre, apenas un mes después del éxito revolucionario, donde Casanova escribe:
“Me he atrevo a decir que Rusia está loca, y no es ciertamente una locura genial, una cesárea, o napoleónica, o maquiavélica locura. La revolución y sus conquistas se desvirtúan, y a los pocos meses de la transformación social, Rusia ha llegado al desastre, sin realizar ni uno siquiera de los ideales libertarios que proclamaba”.
A partir de esa fecha y en adelante, casi todos los escritos y artículos de Sofía Casanova al ABC se muestran generalmente negativos y despectivos a la nueva realidad política bolchevique imperante en el país, algo que coincidía con casi toda la prensa burguesa española de la época, e incluso con la obrera que, a excepción inicialmente de los anarquista, acogió la experiencia bolchevique con recelo, dudas y oposición general.
Publicado en; https://www.historiaespanaymundo.com/secciones/historia-contemporanea/se-vivio-revolucion-rusa-espana
Fuentes
-Hemeroteca ABC.
-Gaceta de Madrid
-Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España.
-Martín Rodrigo, Inés. Azules son las horas. 2016.
-Turrión, María José. Sofía Casanova, una reportera en la gran guerra. En “El País”. 23/01/2014.
-Barreiro, Cristina. Sofía Casanova, periodista en la revolución rusa. En “El debate de hoy”. 10/03/2017.
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