"La primera de la que te quiero hablar es la mujer cuyos restos reposan en el interior de la Dama de Baza, hoy en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Seguro que has ido a visitarla, y si no lo has hecho, suelta el libro y vete a verla, o llévatelo y lee este capítulo allí junto a ella.
Esta urna fue descubierta en julio de 1971 en el interior de la sepultura 155 de la necrópolis del Cerro Santuario, uno de los cementerios que daba servicio a la ciudad ibera de Basti (situada en el Cerro Cepero, a muy poca distancia de la actual Baza).
A la excepcionalidad de su estado de conservación se sumaba otra cuestión de enorme interés: la figura de la Dama era una urna cineraria, un contenedor de los restos cremados de una persona.
Su hallazgo provocó una peregrinación de la gente de los alrededores a la excavación arqueológica porque decían que había aparecido una virgen.
La estatua representa a una mujer sentada en un trono alado con patas delanteras en forma de garra y con una enorme profusión de joyas (brazaletes, pendientes, collares, sortijas...), una riquísima vestimenta compuesta de un manto que la cubre de la cabeza a los pies y con unos zapatos de color rojo; quédate con este último dato porque volveré a él más adelante.
Esta escultura es tan relevante que incluso cambió la mirada que sobre la estatuaria ibera existía hasta ese momento, ya que conserva vivos colores en toda su superficie.
El azul era una preparación conocida como «azul egipcio»; para hacer el rojo más vivo, el de la vestimenta, se recurrió al cinabrio, y para el tono más oscuro de rojo del sillón se emplearon tierras de color ocre.
El negro del pelo pudo conseguirse con carbón de huesos mezclado con el propio yeso, y sobre los aderezos de la frente, anillos y brazaletes se detectó una finísima lámina de estaño, que daría un aspecto metálico y los presentaría como joyas de plata. Una fantasía, vamos.
Pero lo más impactante de todo fue la noticia de que los primeros análisis antropológicos realizados revelaban que la ocupante era una mujer de entre veinticinco y treinta años.
Te explico: el ritual de enterramiento en la época ibera consistía en la mayoría de las ocasiones en la cremación de los cuerpos en una pira funeraria.
Después se recogían los restos y se depositaban dentro de urnas de diferente tipología, desde vasijas de mediano tamaño hasta grandes urnas de espectacular diseño, como es el caso que nos ocupa.
Las temperaturas que se alcanzan y el propio ritual hacen que los cuerpos no queden totalmente incinerados y convertidos en cenizas, como sucede en la actualidad, sino que en muchas ocasiones se preservan parte de los huesos más pequeños o fragmentos de otros.
En estos casos, y con algo de fortuna, se encuentra suficiente material para conocer el sexo y la edad de la persona enterrada e incluso si presenta algún tipo de enfermedad o traumatismo. Y estos restos permitieron descubrir que pertenecían a una mujer.
En cualquier otra sepultura, con cualquier otro ajuar, en cualquier otra disposición, la noticia de que quien estaba enterrado allí era una mujer no hubiera provocado el menor desasosiego, pero en este caso supuso una conmoción importante. ¿Por qué? Por el ajuar con el que esta mujer había sido enterrada.
Contenía cuatro panoplias guerreras compuestas por al menos dieciséis piezas de armamento, entre las que se encontraban falcatas, lanzas y escudos, además de un conjunto cerámico excepcional en tipos y decoraciones que tenía como peculiaridad que había sido repintado exprofeso para ser depositado en la sepultura.
El revuelo que causó se debía a que ponía en duda la asociación, hasta el momento incuestionable, entre armas y enterramientos masculinos.
Por ello la presencia de esta mujer en la tumba fue puesta en duda desde el principio. ¿Cuál era la explicación deseada y deseable?
Pues que era un individuo varón de alto estatus social, posiblemente un caudillo bastetano, en cuyo caso la escultura de la Dama podría ser interpretada como la divinidad protectora del fallecido.
En otros casos en los que, aunque a regañadientes, se admitía que era una mujer, las hipótesis iban desde una sacerdotisa que detentaba un lugar especial entre los guerreros hasta una aristócrata que había sido enterrada en la tumba de su marido, o una princesa casada con un señor local.
Ya sabes, el discurso de que si tienes un ajuar de este tipo no es por ti, es porque eres esposa de..., madre de..., hija de... En definitiva, una mujer en torno a un hombre".
"Prehistorias de mujeres: Descubre lo que no te han contado sobre nosotras". Margarita Sánchez Romero.
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