Los monasterios fueron auténticos centros neurálgicos de la vida no solo espiritual, también en muchos casos social de la edad media. Además de sus deberes religiosos en la comunidad, los monasterios servían en ocasiones como centros económicos de recaudación de impuestos, pero también centros sociales para curación de enfermos, albergue de huéspedes o recogimiento de los más pobres y desfavorecidos.
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