jueves, 21 de marzo de 2019

Manuel Fraga, entre la reforma y la ruptura



Una de las figuras clave y más importante de todo ese proceso de reforma y ruptura con el aparato institucional del régimen franquista fue, sin duda, Manuel Fraga Iribarne. 

Tras la disolución de la UCD  a partir de 1982, entra en escena el gran partido de la derecha española, Alianza Popular, dirigida con mano de hierro por Manuel Fraga Iribarne entre la fundación del partido en 1976 y la dimisión del propio Fraga en 1989-1990, siendo ya renombrado el partido como el actual Partido Popular (P.P.).

El líder indiscutible, por tanto, de esta nueva derecha que, a la postre acabaría liderando el espacio conservador en España a partir de 1982 sería el considerado, como afirma en su libro José María Bernáldez, “patrón” de la derecha, Manuel Fraga.

Según el expediente biográfico que figura sobre él en el Archivo Histórico de la FNFF, Fraga era oriundo de la localidad gallega de Villalba. En la época republicana y la guerra civil, en la que él contaba con apenas 14 años, no tuvo como es lógico una implicación de ningún tipo, sumado ello a que Galicia fue zona tranquila de la retaguardia nacional sin demasiados hechos destacados durante el conflicto bélico, y lo máximo en este periodo es un Premio Extraordinario en el Examen de Estado que obtiene en 1939. Su carrera profesional arranca ya a partir de los años 40, cuando Fraga estudia Derecho en Santiago y Madrid, donde obtiene premios y calificaciones, licenciándose en Derecho en 1944 y en Políticas en 1947.

A continuación, Fraga inicia a finales de los años 40 una carrera profesional como catedrático y profesor que le acompañara el resto de su vida laboral, y que ejercerá de forma interrumpida a intervalos compaginándolo con los cargos públicos y políticos que irá ejerciendo a lo largo de su vida política. Así, es ya catedrático encargado de políticas entre 1948-1953 en Valencia y, finalmente, desde 1953 por oposición, consigue ser designado catedrático titular de teoría del estado y de derecho constitucional  en la Universidad de Madrid, con apenas 30 años de edad, pasando a ser también por oposición entre 1945-1958 Oficial Letrado de las Cortes Españolas, Secretario de la Comisión de Asuntos Exteriores, Secretario del Grupo Español de la Unión Interparlamentaria y  Secretario de Embajada, así como Consejero Nacional y Procurador en Cortes.

A nivel político, es también en los años 50, según su expediente personal, cuando empieza a ocupar sus primeros cargos de responsabilidad institucional, siendo Secretario General del Instituto de Cultura Hispánica (1951), Secretario General del Consejo Nacional de Educación (1953), Secretario General Técnico del Ministerio de Educación Nacional (1955), y Consejero Nacional de Educación (1959), así como Delegado Nacional de Asociaciones (1957), todo ello durante su treintena de edad, emulando en precocidad y juventud a la figura de Adolfo Suárez, que igualmente en muy poco tiempo y siendo muy joven adquiere una gran cantidad de responsabilidad y cargos públicos dentro del régimen franquista.

Sin embargo, el “premio gordo” a su carrera política lo alcanza por primera vez entre 1962-1969 cuando el General Franco lo designa como Ministro de Información y Turismo y Ministro plenipotenciario con tan solo 40 años, pasando por delante en precocidad política del más alto nivel por muy poco a Adolfo Suárez, que no alcanza hasta los 43 años su primer ministerio político, ya muerto Franco. 

El rápido y fulgurante ascenso de Fraga a cargos de tan alto nivel se debe, según la biografía elaborada por Luis González Seara, a “su amplia preparación profesional, su gran capacidad de trabajo y una firme voluntad de no perder el tiempo, que le dieron fama de persona eficaz, pero también de intemperante” y que en una época de cambios, amplitud y desarrollismo al exterior, según Seara “le situaron entre los candidatos indiscutibles para alcanzar una cartera ministerial”, algo que llega en 1962 cuando alcanza los cuarenta años, debido a la necesidad de una profunda remodelación, modernización  y “aires nuevos” a las instituciones del estado a juicio de Franco.

Durante sus escasos 7 años de “mandato” ministerial” (no llegaron ni a dos legislaturas modernas en la democracia actual), Fraga alcanza la fama de aperturista que le llevó a jugar sus cartas durante los últimos años de franquismo y los inicios de la transición, manifestándose en sus dos pilares; el turismo (donde inicia el boom turístico español en la costa y el aperturismo a los visitantes extranjeros como base del futuro desarrollo económico español) y la prensa e información (donde elabora una  Ley de Prensa que deroga por primera vez desde el establecimiento del régimen la censura previa, dando por primera vez una leve sensación de apertura y una mínima apertura creativa y de opinión). 

No obstante, su supuesto reformismo y aperturismo en su etapa ministerial, de la que siempre ha presumido el líder político, tiene también sus interpretaciones cuestionables, como lo evidencia un artículo publicado en el Diario Pueblo el 10 de diciembre de 1971 encontrado en el Archivo Histórico dela FNFF y titulado “Precisiones”, donde se niega tal aperturismo, y se afirma;

El profesor Fraga no solo hizo la ley de Prensa e Imprenta, si no que participó también, como miembro del Gabinete, en la elaboración del proyecto de ley de Secretos Oficiales, que venía a limitar los derechos y las libertades expresadas en la ley de Prensa.

El proyecto de ley de Secretos Oficiales, fue modificado sustancialmente por las Cortes. No hubo entonces ni la más ligera manifestación del señor Fraga en el sentido de defender las libertades que constaban ya en la Ley de Prensa, en su Ley de Prensa. Y de haber prosperado, es claro que la Ley de Secretos Oficiales hubiera sido una norma en colisión con la Ley de Prensa e Imprenta, y habría anulado a ésta.

Nadie que escriba en los periódicos puede olvidar que la gestión del señor Fraga Iribarne al frente del Ministerio de Información y Turismo, se caracterizó precisamente por la abundancia de conflictos con los medios informativos. Careció de la más elemental capacidad negociadora con empresas y directores. Ha sido en la época del señor Fraga cuando se han instruido más expedientes a los medios informativos. 

No parece que la gestión del señor Fraga se caracterizase precisamente por un sentido aperturista, propicio a la negociación y al entendimiento, ni fue tampoco un hombre público abierto a la crítica y con gusto por el contraste de pareceres y opiniones, que ahora propugna con carácter de urgencia y con profundidad revisionista”.

Finalmente, las luchas de poder en el seno del franquismo entre sus diferentes “familias” (azules y tecnócratas en este caso), sin embargo, le hacen caer en 1969 tras el conocido Caso Matesa, tras lo cual abandona la primera línea política, retoma su actividad profesional como catedrático y como Embajador de España en el Reino Unido entre 1973-75, hasta la muerte de Franco, pero ubicado dentro de una posición aperturista  con el régimen.

Durante esos dos años en el extranjero británico, Fraga asienta su visión aperturista con las asociaciones políticas, y si bien se manifestó siempre muy cauteloso y crítico con éstos, observó rápidamente en la cuna del bipartidismo y del parlamentarismo moderno, Londres, los beneficios de una inevitable y futura apertura política que pasase por dejar entrar en la arena pública a las asociaciones y partidos políticos, pero muy poco a poco y de forma pilotada y controlada desde arriba, a diferencia de la oposición socialista y comunista, que planteaba la ruptura desde abajo. 

Fruto de este nuevo aperturismo político, Fraga elabora, según figura en Archivo Histórico Nacional, en enero de 1975, apenas un año antes de la muerte del dictador, un “Documento de trabajo para la preparación de una asociación política”, que nos da una idea clara y nítida de su visión del papel de la realidad política a su juicio del país.




En dicho documento, que es un borrador, Fraga pretende plantear una solución dirigida a determinadas personas y grupos “preocupados en buscar un camino lógico y coherente para la acción política en España”, y buscar “fórmulas donde encauzar sus ilusiones políticas para una patria grande que garantice nuestras convivencia…al coincidir estos factores con el hecho ineluctable de la sucesión” que, dicho de una forma tan técnica esconde la realidad; irse preparando políticamente para la inevitable y pronta muerte de Franco.

En el documento, Fraga ve la necesidad de “efectuar la transición política con la máxima seguridad respecto a la estabilidad social, evitando aventuras y riesgos innecesarios”, que evidencian la visión que desde el reformismo conservador aperturista, ya fuese de UCD o de AP se tenía; una solución tranquila y moderada.

En el documento, que calcaba en intenciones a reformistas de todo arco, desde Suárez y Martín Villa a Fraga o Areilza, éste propone “ensanchar la vida política por medio de una autentica representación” pero, como propondría más tarde Torcuato Fernández Miranda con su famosa teoría “de la ley a ley”, hacerlo “dentro del marco de las Leyes Fundamentales, que conduciría a la puesta en marcha de la reforma”, es decir, como él mismo dice “una continuidad sin rompimientos” que, sin embargo “nada tiene que ver con un continuismo puro, simple e inmovilizado”, cargando así contra ese sector de dentro del régimen franquista, liderado por dirigentes como Blas Piñar, Girón de Velasco o Raimundo Fernández Cuesta, que se negaban a una ruptura con los principios del régimen.

En definitiva, para Fraga su reforma política se basaba en un término medio “frente al inmovilismo y la revolución, la reforma  basada en el consenso mayoritario”, donde “el respeto a la ley se impondrá a los de arriba y a los de abajo”, y hasta se reconocía veladamente la acción de partidos políticos, medios independientes, sindicatos e incluso al derecho a la huelga, algo que él había negado al frente de sus responsabilidades ministeriales.

Todavía en este periodo, Fraga se presentaba públicamente como un reformista declarado. A este borrador claramente reformista, culminación de su reformismo crítico,  le acompañan diversas declaraciones suyas realizadas apenas 4 años antes en diferentes medios de comunicación. 

Así, el 13 de noviembre de 1971, según documentación encontrada en el Archivo Histórico de la FNFF, aparece una entrevista suya en “Ferrol Diario”, en la que Fraga afirmaba ya que;

“…soy de los que creen que la sucesión debería orientarse en una dirección de clara apertura representativa, pluralista y liberal. Yo no creo en los beneficios de la despolitización, y mi opinión es favorable a la movilización política de amplios sectores sociales.

Las asociaciones políticas son el punto clave del momento actual de nuestro desarrollo político. Las fuerzas reaccionarias lo saben perfectamente. Sin asociaciones políticas, el control de la maquinaria política central y local es mucho más fácil. La sucesión debe significar un paso adelante en todos los órdenes”.

Un día después aparece otra entrevista en El Ideal Gallego, Fraga va aún más allá y afirma;

“Es obvio que cualquier sistema representativo, sin asociaciones políticas para utilizar sus cauces, es un engaño. Solo unos pocos hombres muy ricos pueden participar. Mi opinión es que sería perfectamente viable ir hacia formas menos oligárquicas, más abiertas, más generosas y un poco arriesgadas”.

Llama la atención oír a Fraga, aún vivo el General Franco, hablar en contra de las “fuerzas reaccionarias”, de las “formas oligárquicas” y ubicarse a favor de los partidos, de los sindicatos y hasta de la huelga. Paradójicamente, en enero de 1975 y aun no muerto Franco, Fraga se muestra más moderado y aperturista de lo que lo será apenas 2 años después, constituida Alianza Popular y en el camino a las primeras elecciones democráticas y que se explican por la frustración con el Gobierno Arias, por la frustración por no haber sido designado Presidente de Gobierno en lugar de Suárez y por el surgimiento de la única alternativa no capitalizada por el suarismo, que en 1971 le disgustaba pero que en 1976-77 le interesaba; el llamado “franquismo sociológico”, que todavía en los años de la transición española generaba un importante número de votos en las urnas.


Sin duda alguna, las frustraciones políticas en cada momento mediatizaron en gran medida las posiciones de Fraga, que cambia radicalmente de posiciones en muy poco tiempo; su cese fulminante tras el Caso Matesa como Ministro y los boicots constantes desde dentro del régimen para aceptar su programa de reforma lo ubicaron entre 1973-1976 en la oposición reformista al Régimen, mientras que el gran golpe de su no elección a la Presidencia del Gobierno y las puertas cerradas en el periodo reformista, a partir de 1976 lo colocaron en la derecha conservadora.

Y es que, como afirmaba el ya mencionado artículo crítico con su gestión aparecido en el Diario Pueblo en 1971;

“Comprendemos perfectamente que todo político aspira a llegar al poder y a mantenerse en él. Comprendemos también que el pensamiento político esta sometido al pulso y al ritmo de la evolución y del cambio, y nadie podrá decir que desde estas paginas hayamos reprochado polémicamente su pasado a cualquiera que adopte en la actualidad posturas políticas distintas a las de su origen.

Pero la verdad es que nos parece que el señor Fraga ha hecho esa evolución de forma demasiado rápida. Solo hace dos años que dejó de ser Ministro y ya acampa en actitudes radicalmente diversas de las que defendió. Lo suyo es casi una catarsis. 

Y conviene que ante los lectores quede claramente diferenciado lo que se enraiza en las legítimas preocupaciones de todo hombre con proyección publica, y lo que simplemente tiene que ver con el disgusto, la irritación y la nostalgia de mandar”.

Unas duras, muy duras declaraciones del Diario Pueblo, órgano de expresión a nivel nacional de los sindicatos franquistas y voz crítica dentro del régimen, que recuerdan y remarcan en Fraga esa dualidad en tiempo récord de alguien que en apenas dos años pasa de desempeñar el máximo cargo de un Ministerio con Franco, responsable parcialmente en la justificación institucional de las muertes de los opositores antifranquistas Enrique Ruano o Julián Grimau, y por lo tanto defensor del régimen a ubicarse casi en los límites de la oposición antifranquista para luego, nuevamente, virar a un discurso de defensa de las esencias ideológicas del régimen durante la fundación de Alianza Popular en los años 1976 y 1977. 

Un cambio de posiciones con respecto al régimen franquista que caracterizó muy bien a una parte importante de esa derecha que buscaba por todos medios encontrar el camino adecuado en esos tensos y confusos años del tardofranquismo y los inicios de la democracia.

Fuentes;

-Archivo Histórico Nacional.

-Archivo Histórico de la FNFF.



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