La España de los años 50 y 60 era muy diferente a la España actual. Nuestro país, fruto de una dura y cruenta guerra civil de tres años, dejó paso a 10 años, los terribles y durísimos años 40, de carestías, hambruna, pobreza, aislamiento internacional y una dura reconstrucción humana y económica de un país devastado que tardaría años en recuperar la normalidad en sus calles y barrios.
A esos terribles y duros años de la posguerra le siguió una etapa algo más favorable a partir de los años 50 y 60 con una apertura no solo diplomática, si no también comercial que provoca un mayor desarrollo económico en nuestro país a través de los llamados “Planes de Estabilización” y los “Polos de Desarrollo”, cuya localización contribuyó a crear una desigualdad entre regiones más desarrolladas y concentradas industrialmente (Madrid, este Mediterráneo, País Vasco…) frente a otras que empezaron a quedarse rezagadas (Andalucía, Extremadura, Galicia, Castillas…).
Entre muchas de las regiones que fueron, a lo largo de los años 40 y 50, quedando rezagadas por el éxodo demográfico, el subdesarrollo económico y administrativo e industrial, destaca precisamente la provincia de Jaén, que contribuyó como tantas otras a exportar parte de su población a las zonas más desarrolladas y las capitales de provincia.
La falta de oportunidades y de una infraestructura económica a la altura del desarrollo y avance de la sociedad de la época provocó que a medida que se iba profundizando en el desarrollo económico, esta provincia quedara más rezagada y fuese necesario un rápido y eficaz remedio para frenar el éxodo demográfico y la enorme desigualdad de desarrollo con el resto de las regiones.
Ya, en torno a 1950, aparece fechado un documento encontrado en el Archivo de la FNFF titulado “Descripción de la situación social de la provincia de Jaén” que da buena cuenta de esta precaria situación. El informe, afirma que “...el paro afecta durante cinco meses al 80% del censo laboral. El problema, por tanto, más grave de la provincia, es el problema social, que constituye su paro estacional durante una gran parte del año y la desigual distribución de la riqueza”. Sobre la situación especifica de sectores como la enseñanza, sobre el cual se vehiculizará el Plan Orcera, un informe posterior de Cáritas del párroco Esteban Ramírez afirmaba que “la situación y disponibilidades de los servicios escolares hacen de la enseñanza un grave problema en esta zona”.
Entre las medidas que se sugieren en el informe, que suponemos procedente de alguna autoridad política de la Provincia, para atajar el subdesarrollo económico y el enorme paro, destacaban la construcción de infraestructuras, aumento de los productos cultivables para evitar el monocultivo, repoblaciones, explotación de la minería de cobre, plomo y lignito, o mejora de los transportes y comunicaciones.
Parece que, sin embargo, 10 años después, y entrados ya en los años 60, con un amplio desarrollo y recuperación económica en los centros urbanos, el abandono seguía instalando en las amplias extensiones de la España rural y de interior, y la provincia de Jaén no era una excepción.
Es en este contexto cuando, desde diferentes instancias y administraciones, surge la idea de cortar el ritmo decadente de amplias capas sociales y empiezan a aparecer, al calor de los planes de desarrollo, iniciativas y planes específicos para determinadas áreas con el objetivo de sacar a esas zonas del atraso y la pobreza y ofrecer herramientas y soluciones de empoderamiento, formación y potencial de desarrollo. Entre ellos, a principios de los años 60, destacó el llamado Plan Orcera, en la provincia de Jaén pero, ¿en qué consistió?
Una información de primera mano de esta iniciativa la encontramos en el folleto “La planificación social” publicada por el Centro de Estudios de Sociología Aplicada (CESA) perteneciente a la Sección Social de Cáritas Española, en la que aparece el artículo “Un plan de desarrollo comunitario para una zona de Jaén” del encargado del organismo en la provincia e impulsor de la iniciativa, el sacerdote Esteban Ramírez Martínez.
En dicho informe se describe el Plan Orcera como “...un plan de bienestar colectivo. El proceso de desarrollo de las comunidades consiste en modificar actitudes, prácticas y situaciones que se oponen al mejoramiento social, creando actitudes y situación que favorezcan dicho mejoramiento”, en definitiva, y en palabras de su impulsor, se trataba de fomentar “el mejoramiento de la vida del hombre”.
Para ello, el CESA de Cáritas y sectores de la iglesia jienense comprometidas con el mensaje social de la Iglesia y los nuevos aires renovadores que venían desde Roma, liderados por sacerdotes jóvenes treintañeros como el mencionado Esteban Ramírez, ponen en marcha el Plan Orcera a través de la creación de los llamados Centros de Maestras Auxiliares Sociales (CEMAS) en la Sierra de Segura, y cuyo centro neurálgico estuvo en Siles.
Lo innovador del Plan Orcera y del CEMAS fue el papel que se otorga a un sector tradicionalmente excluido de la vida social y pública, como fue la mujer y que sería la piedra angular de este proyecto, como afirmaba Ramírez cuando decía que “suele la mujer tener un papel predominante en la mayoría de las familias de esta comarca” y que “gran parte del bienestar social consiste en elevar el nivel de vida en el hogar”. Sobre la base, sin embargo, de lo que podría parecer una concepción patriarcal de la mujer en el hogar, el CEMAS acabará ejerciendo un papel inesperado; empoderar a las mujeres serranas y prepararlas para dar el salto a la vida pública y social de su comarca y su provincia.
En 1962-63 arranca esta interesante iniciativa, de la que se hace eco un artículo del ABC de Sevilla del 12 de octubre de 1963, afirmando que llevaba como fin “el desarrollo de comunidades rurales a través de escuelas-centros sociales”. Para ello, afirma el artículo, en octubre de 1962 se seleccionaron a un grupo de chicas de 17-24 años para darlas “una capacitación y formación para que puedan ser ellas las que lleven a su mismo ambiente esta elevación social” en cooperación con los habitantes de las aldeas y cortijos.
Las alumnas seleccionadas por el CEMAS, debían abordar “tres cursos que las formen para la tarea a realizar”, de tipo teórico y complementado con visitas practicas a los cortijos y aldeas que eran, realmente, el objetivo del plan; sacar del subdesarrollo a estas zonas en base a la formación de las maestras sociales.
Si bien la formación inicial se bascula en torno a concepciones patriarcales de la vida doméstica, las alumnas formadas por el CEMAS del Plan Orcera adquieren un profundo conocimiento de los problemas y carencias de las zonas y de las soluciones posibles, que son estudiadas en un ambiente cooperativo, como afirma el artículo, “enseñanza y desarrollo comunitario de la función humana integral de la mujer” y “educar a la mujer en su ambiente para que le sea más fácil actuar dentro de él”, y que se orquesta en torno a nada menos que 35 escuelas formativas en aldeas y cortijos de toda la Comarca de la Sierra de Segura, con un sistema educativo totalmente innovador para la España de la época, como afirma en su artículo “Mujeres pioneras” Ignacio Frías; “..el plan pedagógico estaba basado en los métodos de Paulo Freire: un sistema de participación y autogestión en todos los extremos de la convivencia, estudio y formación integral de las alumnas, donde el modo y las relaciones de convivencia era también parte esencial del sistema y la orientación pedagógica”.
Para Ana Belén Gómez Fernández, “...el CEMAS tenía como misión a partir de un programa educativo el formar a mujeres libres, comprometidas y responsables, siendo la oportunidad para aquellas mujeres que querían escapar de su papel asignado como futuras esposas y madres”, y recoge las palabras de una de estas maestras sociales, Ana María Quílez, autora del libro “Compromisos” sobre esta preciosa experiencia, quien afirmaba que “...a Esteban Ramírez las mujeres de Jaén le deben el despertar y orientar sus acciones comprometidas hacia actitudes rebeldes y de justicia social… las mujeres del CEMAS, le deben la oportunidad de trabajar en pro de la igualdad”.
El CEMAS y el Plan Orcera, que parten de la iniciativa privada de Cáritas y la Iglesia, quizá no consiguieran erradicar el fantasma del atraso y la pobreza social en la Comarca, que aún hoy arrastra graves problemas de infraestructuras, paro endémico y comunicación, pero sí consiguió uno de los principales y posiblemente menos previstos fines; emancipar a las mujeres jienenses y segureñas, sacarlas de un atraso cultural en la que estaban sometidas y crear una nueva generación de mujeres libres que, en contacto con la pedagogía, la convivencia y el trabajo práctico, aprendieron los problemas de su entorno, las soluciones y las ofrecieron una poderosa e inesperada herramienta de liberación personal y social.
Acaso, el legado menos esperado pero sin duda alguna, el más valioso de este experimento social desconocido que fue, en plenos años 60, el Plan Orcera; un intento de desarrollo rural.
Fuentes;
-Hemeroteca ABC.
-Archivo histórico FNFF.
-“La planificación social”. Centro de Estudios de Sociología Aplicada (CESA), Sección Social de Cáritas Española. “Un plan de desarrollo comunitario para una zona de Jaén”. Esteban Ramírez Martínez.
-"Mujeres pioneras y caldo de cultivo para la democracia". Ignacio Frías. Diario Jaén.
-"El surgimiento del movimiento feminista y de oposición al franquismo en la Provincia de Jaén". Ana Belén Gómez Fernández. Revista de Historia Actual.
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