lunes, 18 de noviembre de 2019

Versiones de la conquista de México


Una vez asentada la presencia española en las Antillas a finales del siglo XV, el siguiente siglo XVI se centra en la conquista de las llamadas grandes civilizaciones de la América española.

Sin duda, de ellos el más destacado proceso fue la conocida como conquista del imperio azteca o mexica entre 1519-1521, liderada e iniciada por Hernán Cortés que, en 1519 viaja de las Antillas a las costas mexicanas, donde es consciente de la existencia de una civilización desarrollada, un imperio nativo liderado por su soberano, el tlatoani Moctezuma, que rápidamente le invita a la más grandiosa de todas sus posesiones, y capital del imperio de la conocida como Triple Alianza, Tenochtitlán.

A pesar del entendimiento inicial (al parecer, por la creencia de los mexicas de que Cortés y sus hombres eran la encarnación del dios Quetzalcóatl), la astucia y diplomacia de Cortés (ganándose a su causa al emperador Moctezuma, pero también explotando el descontento de los súbditos nativos del imperio local, especialmente los tlaxcaltecas, totonecas y texcocanos que les proporcionaron una alianza de cientos de nativos a su causa) y los malentendidos y abusos de los españoles (que derivaron en una matanza  de la élite nativa permitida por Pedro de Alvarado y el consiguiente levantamiento armado nativo conocido como “la noche triste” del 30 de junio 1520) provocaron que, rápidamente y en poco más de un año, los españoles se vieran forzados a replegar sus posiciones e iniciar una campaña, ya si abierta de conquista militar de Tenochtitlán, entre junio de 1520 y agosto de 1521.

En este proceso, los últimos bastiones mexicas en Tenochtitlán y Tlatelolco fueron conquistados, sin duda gracias a la superioridad bélica y armamentística española pero, especialmente, gracias a la alianza y ayuda de poblaciones nativas (tlaxcaltecas, totonecas y texcocanos...) que se veían sometidas al poder opresivo y tiránico de la confederación mexica liderada por los tlatoani o emperadores mexicas del momento, tanto Moctezuma como Cuitláhuac, y su sucesor y último resistente, Cuauhtémoc.

Sin embargo, españoles y aztecas ofrecieron versiones y visiones muy diferentes del proceso de conquista del imperio azteca.

Por un lado, destaca la versión española de la conquista, especialmente representada en las Cartas de Relación de Hernán Cortés, donde incide en un elemento esencial para entender la conquista española, y es la fuerte presencia de poblaciones nativas descontentas al poder azteca que se aliaron y facilitaron información y guerreros al bando de Cortés. Así lo reconoce el conquistador español en su "Segunda Carta de Relación", escrita al emperador Carlos V el 30 de octubre de 1520, cuando dice;

"Y dije así mismo que tenía noticia de un gran señor que se llamaba Mutezuma, que los naturales de esta tierra me habían dicho que en ella había, que estaba, según ellos señalaban las jornadas, hasta noventa o ciento leguas de la costa y puerto donde yo desembarqué.

Y con este propósito y demanda me partí de la ciudad de Cempoal, y dejé toda aquella provincia de Cempoal toda la sierra comercana a la villa, que serán hasta cincuenta mil hombres de guerra y cincuenta villas y fortalezas, muy seguros y pacifico y por ciertos y leales vasallos de vuestra majestad, como hasta ahora lo han estado y están, porque ellos eran súbditos de aquel señor Mutezuma, y según fui informado lo era por fuerza y de poco tiempo acá.

Y como por mí tuvieron noticias de vuestra alteza y de su muy grande y real poder, dijeron que querían ser vasallos de vuestra majestad y mis amigos, y que me rogaban que los defendiese de aquel gran señor que los tenía por fuerza y tiranía, y que les tomaba sus hijos para los matar y sacrificar a sus ídolos. Y me dijeron otras muchas quejas de él, y con esto han estado y están muy ciertos y leales en servicio de vuestra alteza y creo lo estarán siempre por ser libres la tiranía de aquél, y porque de mí han sido siempre bien tratados favorecidos.

Al día siguiente, a hora de las diez, vino a mí Sicutengal, el capitán general de esta provincia, con hasta cincuenta personas principales de ella y me rogó de su parte y de la de Magiscasin, que es la más principal persona de toda la provincia y de otros muchos señores de ella, que yo les quisiese admitir al real servicio de vuestra alteza y a mi amistad, porque en ningún tiempo esta provincia lo había sido ni tenían ni habían tenido cierto señor; antes habían venido exentos y por sí, de inmemorial tiempo acá y que siempre se habían defendido contra el gran poder de Mutezuma y de su padre y abuelos, que toda la tierra tenían sojuzgada y a ellos jamás habían podido traer a sujeción, teniéndolos como los tenían cercados por todas partes sin tener lugar para por ninguna de su tierra poder salir que no comían sal porque no la había en su tierra ni se la dejaban salir a comprar a otras partes, ni vestían ropas de algodón porque su tierra por la frialdad no se criaba y otras muchas cosas de que carecían por estar así encerrados.

De esta provincia, por consiguiente, me decían y avisaban muchas veces que no me fiase de aquellos vasallos de Motezuma porque eran traidores y sus cosas siempre las hacían a traición y con mañas y con éstas habían sojuzgado toda la tierra y que me avisaban de ello como verdaderos amigos y como personas que los conocían de mucho tiempo acá. 

Vista la discordia y disconformidad de los unos y de los otros, no hube poco placer, porque me pareció hacer mucho a mi propósito y que podría tener manera de más aína sojuzgarlos y que me dijese aquel común decir de monte, etc. y aún me acordé de una autoridad evangélica que dice: Omne regnum in se ipsum divisum desolabitur , y con los unos y con los otros maneaba y a cada uno en secreto le agradecía el aviso que me daba y le daba crédito de más amistad que al otro.

Los de Tascaltecal vieron mi determinación, pesóles mucho y dijéronme muchas veces que lo erraba. Pero, que pues ellos se habían dado por vasallos de vuestra sacra majestad y mis amigos, que querían ir conmigo a ayudarme en todo lo que se ofreciese. Y puesto que yo se lo defendiese y rogué que no fuesen porque no había necesidad, todavía me siguieron hasta cien mil hombres muy bien aderezados de guerra y llegaron conmigo hasta dos leguas de la ciudad y desde allí por mucha importunidad mía, se volvieron, aunque todavía quedaron en mi compañía hasta cinco o seis mil de ellos".

Caso muy diferente es la versión azteca de la conquista, de las que destacan los manuscritos que se conservan en la Biblioteca Nacional de México fechados entre 1523-24 o las versiones recogidas por Fray Bernardino de Sahagún en el Códice Florentino, recogidas en "El reverso de la conquista" de Miguel León Portilla. En ellos, se presenta al pueblo azteca y su soberano Moctezuma como un pueblo armonioso, pacífico y profundamente temeroso de la llegada de los españoles, aterrorizados por éstos, obviando cualquier mención a la violencia en la que vivía la sociedad azteca en esa época, no mencionando a los pueblos sojuzgados por éstos como un elemento del que se valió Cortés para su conquista o de la belicosidad presentada por los aztecas vasallos antes y después de la entrada en Tenochtitlán, evidenciada en los sucesos de la Noche Triste o la resistencia bélica final en 1520-21. Baste como ejemplo;

"Moctezuma cavilaba en aquellas cosas, estaba preocupado, lleno de terror, de miedo, qué iba a acontecer con la ciudad. Y todo el mundo estaba muy temeroso. Había gran espanto y gran terror. Hay juntas, hay discusiones, hay llanto, se hace largo llanto, van con la cabeza caída, van cabizbajos, se lloran unos a otros al saludarse.

Cuando oía Moctezuma que mucho se indagaba sobre él, se llenaba de grande angustia. Tenía deseos de huir, intentaba esconderse, ansiaba esconderse, se les quería escabullir a "los dioses". Meditaba y andaba meditando en irse a meter al interior de alguna cueva".

Una vez asentados los primeros contactos, en los que los españoles ahondan en la alianza con los nativos sometidos a los aztecas y los mexicas obvian el sistema de opresión y sumisión a éstos, se inicia el proceso violento final de la caída mexica, a raíz de los sucesos conocidos como “la noche triste” del 30 de junio 1520,  y el consiguiente proceso de conquista militar de Tenochtitlán entre junio de 1520 y agosto de 1521.

La versión española de este proceso se recoge en la "Tercera Carta de Relación" de Hernán Cortés del 15 de mayo de 1522, en la que, como es lógico, se minimiza el proceso de asedio de la capital, se culpabiliza por entero de los males a los líderes aztecas, y se muestra en todo momento la voluntad dialogante, tolerante y piadosa de Cortés, que afirma;

"Y yo me subí encima Se una azotea, y antes del combate hablé con algunos de aquellos principales de la ciudad, que conocía. Y al poco, volvió con ellos uno de los más principales de todos aquellos, que se llamaba Ciguacoacín, y era el capitán y gobernador de todos ellos, y yo le mostré buena voluntad porque se asegurase y no tuviese temor; y al fin me dijo que en ninguna manera el señor vendría ante mí.

Y como en estos conciertos se pasaron más de cinco horas, y los de la ciudad estaban todos encima de los muertos, otros en el agua, otros andaban nadando, y otros ahogándose en aquel lago donde estaban las canoas, que era grande, era tanta la pena que tenían, que no bastaba juicio a pensar cómo lo podían sufrir; y no hacían sino salirse infinito número de hombres, mujeres y niños hacia nosotros. Y por darse prisa al salir, unos a otros se echaban al agua, y se ahogaban entre aquella multitud de muertos, que según pareció, del agua salada que bebían y del hambre y mal olor, había dado tanta mortandad en ellos, murieron más de cincuenta mil ánimas, y como la gente de la ciudad se salía a nosotros, yo había proveído que por todas las calles estuviesen españoles para estorbar que nuestros amigos no matasen a aquellos tristes que salían, que eran sin cuento. 

Y también dije a todos los capitanes de nuestros amigos que en ninguna manera consintiesen matar a los que salían, y no se pudo tanto estorbar, como eran tantos, que aquel día no mataron y sacrificaron más de quince mil ánimas; y en esto todavía los principales y gente de guerra de la ciudad, se estaban arrinconados y en algunas azoteas, casas y en el agua, donde ni les aprovechaba la disimulación ni otra cosa, porque no viésemos su perdición y su flaqueza muy a la clara".

Diferente, lógicamente, es la versión de los aztecas, recogida en los mencionados manuscritos que se conservan en la Biblioteca Nacional de México fechados entre 1523-24 o las versiones recogidas por Fray Bernardino de Sahagún en el Códice Florentino, recogidas en "El reverso de la conquista " de Miguel León-Portilla. De entrada, como es costumbre en los relatos, se ignora por completo la abundante presencia mayoritaria de los guerreros tlaxcaltecas, totonecas y texcocanos, cifrados en cientos de soldados sin cuya ayuda y presencia hubiera sido imposible la conquista de la capital mexica, afirmando que;

"Ya se ponían en pie de guerra, ya van a darnos batalla los españoles  y por espacio de diez días nos combaten y es cuando vienen a aparecer sus naves".

A esta versión de la conquista, que recae para los aztecas en "los españoles" en soledad (a pesar, insistimos, de la superioridad bélica de los nativos aliados de Cortés que llegaron, incluso, como comenta Iván Vélez en su libro "La conquista de México" a participar en la construcción de esas naves), le sigue otra en la que se detallan los efectos del asedio, minimizados por Cortés y maximizados por los aztecas, recogidos en los llamados "Anales históricos de Tlatelolco" de 1528, recogidos por George Baudot y Tzvetan Todorov en el libro "Relatos aztecas de la conquista". Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Grijalbo;

"Luego la batalla se generalizó. Ahí la batalla duró diez días. Los gusanos hierven por las calles y las plazas, y los sesos han salpicado las paredes de las casas. Las aguas están como rojas, están, como teñidas, y cuando las hemos bebido hemos bebido agua salitrosa.

Y entonces bebimos esa agua salitrosa. Hemos comido la madera coloreada del tzompantli, hemos mascado la grama del natrón, la arcilla de los ladrillos, lagartijas, ratones, polvo de argamasa, y gusanos.

Juntos hemos devorado la carne, cuando apenas acababan de posarla sobre el fuego. Cuando la carne estaba cocida, la arrancaban de ahí, en el fuego mismo la comían".

Como suele ocurrir en estos casos, la verdad histórica se encuentra a mitad de camino entre ambas versiones, pero es interesante poder ver y contrastar las razones de unos y otros.

Fuentes;

-"Cartas de Relación". Hernán Cortés. 1520-22

-"La conquista de México". Iván Vélez.

-"Anales históricos de Tlatelolco", recogidos en el libro "Relatos aztecas de la conquista", por George Baudot y Tzvetan Todorov. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Grijalbo.

-"El reverso de la conquista" de Miguel León Portilla.

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