"El gobierno comienza de manera más casual e imperfecta. Es posible que el primer ascendiente de un hombre sobre las multitudes surgiese en un trance de guerra, en el que la superioridad del valor y el ingenio se hace más visible, la unanimidad y el acuerdo son más necesarios y los perniciosos efectos del desorden resultan más patentes.
La larga duración de ese estado, común entre tribus salvajes, habituó al pueblo a la sumisión, y si el jefe poseía tanta equidad como prudencia y valor, se convertiría, aun en tiempos de paz, en árbitro de todas las diferencias y podría ir poco a poco, por una mezcla de fuerza y consentimiento, implantando su autoridad, cuyos innegables beneficios la harían cara al pueblo, o al menos a aquellos de sus miembros más pacíficos y benévolos.
Si su hijo tenía las mismas buenas cualidades, el gobierno ganaría antes en madurez y perfección, pero seguiría siendo débil hasta que posteriores progresos procuraron al magistrado una renta y le capacitaron para conceder recompensas a los diversos órganos de su administración y para infringir castigos a los refractarios y desobedientes".
"Ensayos políticos". David Hume.
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