"En general, la forma de gobierno autoritaria-populista se basa en el nacionalismo, en el secuestro del estado por parte de partidarios lealistas y, menos obviamente, en usar la economía como arma para asegurar el poder político; una combinación de cultura belicista, mecenazgo y clientelismo de masas.
Estas especificaciones normalmente están ausentes en los diagnósticos políticos que igualan el populismo derechista actual con el fascismo o ven el populismo como una nueva ideología internacional exitosa o asumen que la gente ordinaria simplemente trajo todo esto con ellos por su anhelo de autoritarismo.
Las analogías frecuentemente conllevan atajos en los enjuiciamientos políticos. Lo cierto es que las actuales amenazas para la democracia apenas combinan con muchas de las experiencias del siglo veinte.
El fascismo, específicamente, no está siendo revitalizado en nuestra era; no vemos la movilización de masas o la militarización de sociedades enteras y, a pesar de que se fomenta el odio contra minorías vulnerables, no se ha instituido un sistemático culto a la violencia que glorifica el combate mortal como apoteosis de la existencia humana.
Todos estamos a favor de aprender de la historia, pero asumimos que solo los buenos aprenden de ella.
Una de las principales razones por las cuales no estamos siendo testigos de una segunda llegada del pasado anti-democrático es que los anti-demócratas actuales también han aprendido de la historia.
Y saben muy bien que las violaciones masivas y visibles de los derechos humanos no deben formar parte del actual repertorio autoritario; podrían ser un incómodo recordatorio de las dictaduras del pasado siglo veinte.
Los populistas, cuando están en la oposición, critican a los gobiernos en el cargo, pero por encima de todo, hacen algo más que es crucial; de alguna u otra manera, ellos reclaman que ellos y solo ellos representan algo a lo que ellos llaman la gente real o la mayoría silenciosa.
Después de todo, la sugerencia de que hay gente real implica que hay otros que no son tan reales. Los populistas siempre reclaman unificar al pueblo…pero, de facto, su modelo político es dividir a los ciudadanos lo máximo posible.
Su mensaje de que solo los verdaderos pertenecen al pueblo, socava sistemáticamente los derechos de ciertos ciudadanos. Ejemplos de ello son las minorías y los inmigrantes actuales, que son sospechosos de no ser realmente leales al país.
Y cuando los populistas toman el poder, una consecuencia de su postura de exclusión puede ser que algunos ciudadanos no disfruten de igualdad completa ante la ley; son tratados de forma diferente, quizá no necesariamente por los juzgados en los tribunales pero sí en muchos casos cotidianos de su trato con los burócratas, que han entendido perfectamente bien lo que se espera de ellos por parte de las altas esferas".
"Democracy Rules". Jan-Werner Müller.
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