viernes, 31 de marzo de 2023

La quimera de la revolución de 1934


 

"Pero la enseñanza de toda esta historia  es que la suposición de que, en la España  de aquellos días, el fragmentado movimiento obrero español, dirigido por el socialismo, estuviese capacitado para conseguir todo el poder político por la vía insurreccional, no fue sino una lamentable quimera. 

La calificación de quimera no es algo que hayamos inventado aquí. Un hombre de la autoridad moral y política de Manuel Azaña dijo, bastante antes de que aquello se consumara; 

“Era quimérico  suponer que los partidarios de tal vía ganarían la partida con una huelga general, por muchos motes de revolucionaria que se le pusiesen”.

La quimera incluía algunos elementos más allá de los que Azaña enumera en su sentencioso e inapelable juicio. Porque la cuestión no era solo, aunque fuese sustancial, poner en marcha una huelga general motejada de revolucionaria. 

La cosa tenía bastantes más dimensiones. Al igual que reconocía el político que no era posible una República cerradamente burguesa por la incapacidad de la burguesía, habría de reconocerse que no lo era una República socialista porque la clase obrera no estaba tampoco en condiciones de hacer una revolución. 

Esta fue la quimera de Largo Caballero y, con él, de casi todo el socialismo en 1934. La radicalización  de amplias masas y muchos dirigentes era un fenómeno bien visible. 

Pero para su comprensión es preciso no solo prestar atención al hecho insurreccional que la culminó, sino a sus condicionantes históricos, sus protagonistas, sus instrumentos y sus consecuencias. 

La cuestión tiene su origen primordial, posiblemente su verdadero motor, en la dinámica del comportamiento de unas masas que tenían puestas en la República con participación socialista la esperanza de un eficiente cambio en sus condiciones de vida y, como consecuencia de ello, un cambio de estructuras básicas del orden social, cuestiones que en el periodo de la colaboración socialista con la empresa republicana no progresaron en forma alguna en el sentido esperado. 

Aquel movimiento de octubre no había contado con dos factores necesarios sin los que la revolución nunca sería posible, como sabían los verdaderos revolucionarios. 

Para que en un determinado estado social pueda triunfar una revolución debían concurrir dos factores; la existencia de un sujeto revolucionario y la creación de un instrumento adecuado. Ninguno de ambos estaba presente".


"Largo Caballero. El tesón y la quimera". Julio Aróstegui.

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