"La suposición, tomada como evidente tanto en la teoría de los puentes continentales como en la de la permanencia, de que la situación relativa de los bloques continentales no ha cambiado debe ser falsa; los continentes deben haberse movido.
Sudamérica debe haber estado junto a África y formado con ella un único continente, escindido en el Cretácico en dos partes que luego, como los fragmentos de un témpano agrietado, se separaron cada vez más en el curso del tiempo geológico, pero los bordes de estos dos bloques concuerdan todavía hoy.
No solo el gran codo en ángulo recto que forma la costa brasileña en el cabo San Roque encuentra su negativo en el recodo de la costa africana en Camerún, sino también al sur de estos accidentes la forma de la costa es tal que a cada saliente en la costa brasileña corresponde una bahía de igual forma en la africana, y viceversa; a cada bahía en el lado brasileño un saliente en el africano.
Como puede comprobarse con el compás sobre un globo terrestre, las distancias concuerdan con precisión.
Igualmente, Norteamérica ha estado situada en el pasado junto a Europa y formó un bloque único con ella y Groenlandia, al menos desde Terranova e Irlanda hacia el norte.
Este bloque se fragmentó a partir del Terciario Superior por medio de una fractura que se bifurcaba en Groenlandia, tras lo cual los fragmentos se separaron unos de otros.
La Antártida, Australia y la India estaban situadas junto a Sudáfrica hasta el comienzo del Jurásico, formando con ella y con Sudamérica un gran continente único, que en el transcurso del Jurásico, el Cretácico y el Terciario se fragmentó en bloques aislados, que luego derivaron en todas direcciones".
"El origen de los continentes y océanos". Alfred Wegener.
"Cuando los primerísimos dinosaurios evolucionaron a partir de sus ancestros dinosauromorfos, hace entre unos 240 y 230 millones de años, no existían continentes diferentes; ni Australia, ni Asia, ni Norteamérica.
No había un océano atlántico que separara las Américas de Europa y África, ningún océano pacífico en la otra cara del globo. En cambio, había solo una única masa continental, sólida y sin fragmentar, lo que los geólogos califican de supercontinente.
Estaba rodeada por un único océano. La clase de geografía habría sido fácil en aquellos días; un supercontinente, al que llamamos Pangea y un océano, al que llamamos Pantalasa.
Los dinosaurios nacieron en un mundo que nos resultaría completamente ajeno. Primero, pensemos en la geografía física. El supercontinente se extendía por todo un hemisferio de la Tierra en el Triásico, desde el Polo Norte al Sur.
Se parecía un poco a una gigantesca letra C, con una gran hendidura en el centro, por la que un brazo de Pantalasa se introducía en el continente. Encumbradas cordilleras serpenteaban a través del paisaje en ángulos extraños, señalando las suturas en las que unos bloques más pequeños de corteza habían colisionado antaño para constituir el continente gigante, como piezas de un rompecabezas.
Dicho rompecabezas no se ensambló muy fácilmente ni con rapidez. Durante cientos de millones de años, las altas temperaturas del interior del planeta empujaron y arrastraron aquella diversidad de continentes más pequeños que habían sido el hogar de generaciones de animales mucho antes de la aparición de los dinosaurios, hasta que todos los continentes quedaron aglutinados en un solo y extenso reino".
"Auge y caída de los dinosaurios". Steve Brusatte.
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