viernes, 12 de enero de 2024

Los combates del Pingarrón


 



"El Batallón de Toledo situado en el Pingarrón y en las trincheras a su izquierda no ha podido aguantar el bombardeo y ha retrocedido, sus posiciones serán ocupadas por las tropas republicanas. El fuego artillero ha machacado las trincheras y ha causado numerosas bajas, todas están cubiertas por muertos y heridos. 

Los soldados van saliendo poco a poco de los agujeros donde han estado durante un buen rato aguantando la lluvia de acero de los cañones gubernamentales. Se van incorporando trabajosamente, les duelen las articulaciones de estar acurrucados durante tanto tiempo, tienen los uniformes, túnicas y zaragüelles llenos de barro, y algunos con lo que les ha dejado el abrirse de esfínteres y vejigas. 

El miedo es incontrolable. El cañón antitanque de 37 mm Nº 5 comienza a ser cargado y apuntando por sus servidores. El comandante Gómez Zamalloa arenga a sus tropas y no deja de moverse por lo que queda de las trincheras repartiendo ánimos. 

Los oficiales y suboficiales se mueven nerviosos, pistola en mano. No se ve nada, solo humo y un olor insoportables a cordita y muerte. Sus caras expresan miedo y cansancio. No saben lo que es el sueño últimamente. El humo de las explosiones aun lo envuelve todo. 

El corazón les late a cien por hora, les sudan las manos y tienen el estómago revuelto y ganas de ir al baño. Las botas, el que las tiene, les pesan una barbaridad, llevan encima un montón de barro adherido a sus suelas. Desde las filas nacionales se comienzan a ver miles de puntos que empiezan a subir la pendiente hacia sus posiciones. 

La voz del comandante Zamalloa se corre por toda la línea. Los soldados de Líster y los anarquistas de Eusebio Sanz se encuentran a escasos doscientos metros de las posiciones enemigas cuando comienzan a sentir el tiro de las ametralladoras, con un zumbido  repetido, sordo y las explosiones de las piezas antitanque y de los morteros nacionales. Instintivamente se tiran al suelo.  

Los juramentos y alaridos comienzan a sonar por todo el campo de batalla. El ruido metálico de las balas rebotando en los tanques se hace intenso. Las explosiones hacen que el aire se llene de metralla y barro. De pronto, una bala impacta en la cara del sargento, volándosela por completo. 

Se queda quieto por unos segundos con la cara convertida en un  guiñapo sanguinolento y cae como un peso muerto, de bruces, hundiéndose en el barro. Eran las once de la mañana. Comenzaba el segundo ataque al Pingarrón. El fuego de artillería rebelde, mandada por el comandante Armada en el sector de Pingarrón, a pesar de no tener buenos observatorios, se limita a machacar los ataques gubernamentales con gran efectividad. 

Los de Líster llegan de nuevo a las casas que coronan el Pingarrón, han sorteado un mar de explosiones, pero allí están de nuevo. El comandante Zamalloa hasta ahora ha recibido nueve heridas, otras fuentes hablan de diecinueve, una de ellas por un 45 mm de un tanque T-26, y la última en el vientre, producto de una bomba de mano. Se tambalea y pierde el sentido.  

Se queda el mando de la posiciones el comandante Eduardo León Lerdo. Las unidades republicanas llegan de nuevo a los caseríos del Pingarrón".


"La batalla del Jarama". Jesús González de Miguel.

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