jueves, 15 de febrero de 2024

El Cuzco prehispánico


 

"Nunca he visto nada como la magnífica ciudad del Cuzco, ombligo del imperio inca, lugar sagrado donde los hombres hablan con la divinidad. 

Tal vez Sevilla, Roma, o algunas ciudades de los moros, que tienen fama de espléndidas, puedan compararse al Cuzco, pero yo no las conozco. A pesar de los destrozos de la guerra y el vandalismo sufrido, era una joya blanca y resplandeciente bajo el suelo color púrpura. 

Se me cortó el aliento y durante varios días anduve sofocada, no por la altura y el aire delgado, como me advirtieron, sino por la pesada belleza de sus templos, fortalezas y edificios. 

Dicen que cuando llegaron los primeros españoles había palacios laminados de oro, pero ahora estaban los muros desnudos. 

Al norte de la ciudad se alza una espectacular construcción, Sacsayhuamán, la fortaleza sagrada, con sus tres hileras de altas murallas zigzagueantes, el Templo del Sol, su laberinto de calles, torreones, andenes, escaleras, terrazas, sótanos y habitaciones, donde vivían con holgura cincuenta o sesenta mil personas. 

Su nombre significa halcón satisfecho, y como un halcón vigila el Cuzco. Fue construida con monumentales bloques de piedras talladas y ensambladas sin argamasa y con tal perfección, que no cabe una fina daga entre las junturas. 

¿Cómo cortaron esas enormes rocas sin herramientas de metal? ¿Cómo las transportaron sin ruedas ni caballos desde muchas leguas de distancia? 

Y me preguntaba también cómo un puñado de soldados españoles logró  conquistar en tan poco tiempo un imperio capaz de erigir esa maravilla".


"Inés del alma mía". Isabel Allende. 

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