miércoles, 19 de marzo de 2025

“El Deseado” contra el carlismo


 

1) Un reinado complicado

A simple vista, pudiera parecer que el siglo XIX español nace y muere como un eterno, cíclico y permanente pleito dinástico en la familia de los Borbones. Como ya afirmamos en otro texto anterior, a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, el Rey  Carlos IV inicia su reinado intentando frenar los efectos en España de la revolución francesa.

El monarca se enfrenta al ascenso en la vecina Francia del I Imperio  de Napoleón Bonaparte. Su hijo, el heredero a la corona, Fernando, envenenado por sus partidarios y por la facción que odia al primer ministro Godoy, se levanta contra su padre en Aranjuez en marzo de 1808 y le arrebata la corona que es, a su vez, traspasada al emperador francés y a su hermano, José.

Tras casi seis años de exilio en Francia, durante la Guerra de Independencia española, Fernando y su hermano, Carlos María Isidro, vuelven a España donde el primero recupera la corona e inicia un reinado absolutista  que, con interrupciones liberales breves, mantiene hasta su muerte en 1833.

El país, sin embargo, queda fragmentado ya durante la guerra y el reinado fernandino, entre liberales partidarios de una monarquía constitucional parlamentaria moderna y los realistas partidarios de un reinado absolutista. Entre ellos se enfrentan violentamente durante más de 20 años cuando España se convierte en un campo de batalla.

Lo paradójico de ello es que el rey Fernando VII, con el paso de los años, irá considerando a ambos bandos enemigos y posibles rivales a su reinado único. Por un lado, los liberales quieren destronarle o instaurar un reinado constitucional progresista. 

Por otro lado, los ultra realistas, poco a poco se irán distanciando  del monarca por considerar que el rey se va, poco a poco, moderando y acercándose a los sectores moderados en gran medida y especialmente por la falta de descendencia del soberano, pasando a ver en su mencionado hermano, Carlos María Isidro, que se mantiene fiel a los principios más tradicionales y católicos, una esperanza.

Los últimos diez años de su reinado, convierten a la España fernandina en una conspiración múltiple y a veces confusa, en la que los liberales clandestinos y perseguidos, los absolutistas partidarios del monarca y los ultra realistas partidarios de su hermano Carlos, se enfrentan abiertamente en un tenso equilibrio de poder.


2) Persecuciones y vigilancia indiscriminada

Precisamente para evitar conspiraciones a “derecha e izquierda” que rivalicen con su poder y, posteriormente con el de su hija, el Rey Fernando toma una determinación; crear un nuevo cuerpo policial encargado de la vigilancia de los conspiradores de toda índole y asegurar su reinado. Así nace en 1824 la Superintendencia General de Policía.

Como afirman María Dolores Herrero Fernández-Quesada y Martín Turrado Vidal, entre las funciones del recién creado cuerpo policial estaban;

“En síntesis serían, hacer el censo de la población, expedir las cartas de seguridad, los pasaportes, el control de todos los establecimientos públicos y el control de los extranjeros. En la Real Cédula se señalaban también competencias compartidas con otras autoridades en relación con la población situada en los márgenes de la sociedad (gitanos, expósitos, vagos, mendigos, niños abandonados, prostitutas…); con el control de los libros e impresos introducidos desde el extranjero (que históricamente era una de las tareas más importantes que, recordemos, desarrolló la Inquisición), o de los impresos en España y que no estuvieran autorizados; persecución de ladrones, criminales, asociaciones secretas… “.

Así pues, el cuerpo policial mezclaba labores meramente policiales de seguridad junto a otras más políticas al servicio del monarca. Inicialmente, el Rey Fernando piensa más en sus tradicionales enemigos desde 1812, los liberales, permanentes conspiradores que, ya entre 1820-1823 habían dando un golpe de estado obligándole a gobernar bajo preceptos constitucionales.

La cosa cambia sustancialmente entre 1823-1833, cuando el Rey Fernando, consciente del ambiente tormentoso en el país entre facciones, su soledad y falta de descendencia, empieza a ver entre los sectores ultra realistas una amenaza nueva; la de su hermano Carlos María Isidro, que despertaba la esperanza de los más radicales y enemigos del liberalismo.

La situación se agrava a momentos con un suceso inesperado para todos;  la guerra de los agraviados o malcontents de 1827, tocando ya a su fin el reinado absolutista. Como muy describe el escritor e investigador Javier Barraycoa;

“Los liberales habían sido derrotados, sin embargo, los realistas presentían que el rey seguía «secuestrado», pero esta vez por los liberales moderados. En Madrid apareció un manifiesto realista (del que algunos discuten su autenticidad). Se trata del Manifiesto que dirige al pueblo español una Federación de Realistas Puros sobre el estado de la nación y sobre la necesidad de elevar al trono al serenísimo infante don Carlos. En él se manifiesta nuevamente el «eminente peligro en que se hallan la religión y el trono por la casi consumada traición de nuestros gobernantes».

Por eso muchos pusieron las esperanzas en don Carlos, hermano de Fernando VII. Por primera vez, empiezan a correr manifiestos en los que se nombra a don Carlos como la solución para España. Sin embargo, en sentido estricto, los realistas nunca quisieron derrocar a Fernando VII, solo a su gobierno y preservarlo de las influencias liberales, afrancesadas y masónicas”.

Entre tanto, el hermano del Rey y pretendiente al trono, Carlos María Isidro, iba afianzando sus posiciones. Como afirma su biógrafo, Alfonso Bullón de Mendoza;

“En julio de 1826, don Carlos fue consultado por su hermano sobre una posible apertura del régimen a los liberales. Su parecer fue contrario, pues para el Infante el único medio de hacer frente a los males de España era “buscar el Reino de Dios y su justicia, volver para la causa de Dios con todo tu poder, que es bien grande en el Señor, puesto que tú reinas por Dios, y después arreglar todas las cosas a este mismo fin, de su mayor honra y gloria, deseando agradarle y, temiendo ofenderle en un todo”. 

Cuando Fernando VII desechó estos planes, los liberales replicaron con la publicación del Manifiesto de la Federación de Realistas Puros, texto que aparentemente era obra de absolutistas exaltados, en el que se criticaba la política del Monarca y se concluía la necesidad de proclamar Rey a don Carlos. 

Se trataba de una política ya ensayada con anterioridad, y en la que harían hincapié en los años sucesivos, destinada a romper los fuertes lazos afectivos existentes entre ambos hermanos y aumentar las disensiones en las filas realistas, disensiones que estallaron abiertamente en la revuelta de los agraviados catalanes, en cuyas proclamas llegó a mencionarse al Infante, que es evidente que no tuvo nada que ver con su sublevación”.

Esta situación, añadida al nacimiento imprevisto tres años después, de la única hija y heredera del rey, Isabel, terminó de dinamitar al país en tres facciones que cada vez se alejaban más entre sí. 

Para el Rey Fernando, a través de su nueva Policía, la vigilancia de los carlistas o tradicionalistas se convertía en una prioridad y, de esta forma, frente a lo que comúnmente se ha afirmado, los carlistas no solo no son aliados del absolutismo fernandino, si no que pasan a ser perseguidos por éste.

Entre las correspondencias y documentos encontrados sobre la Superintendencia General de Policía del Reino de los años 1826 y 1827 en el Archivo Histórico Nacional, se pueden encontrar numerosas muestras de la vigilancia policial a la que los carlistas son sometidos durante estos años, tan intensa como a la que fueron los liberales.

Citaremos algunos casos como ejemplo. 

Ya en 1826, encontramos entre la documentación policial una hoja conteniendo un detallado listado de “Individuos que componen la sociedad apostólica carlista de Valladolid”, donde se afirma que “en general, pertenecen a esta facción la mayor parte de frailes y bajo clero. Todos los principales de esta ciudad están en correspondencia activa con  Juan Bautista de Erro y también muchos dan a éste parte escrito”.

Según el mencionado Bullón de Mendoza, ya en esa época, el político Juan Bautista de Erro “fue desterrado en varias ocasiones durante la década absolutista en episodios que no están del todo claros pero que muestran su vinculación al ultra realismo”.

En otro documento, fechado en Madrid el 2 de julio de 1827, un confidente de la Policía informa que;

“Esta mañana, he oído decir a un empleado en casa del Duque del Infantado; él mismo, el Obispo de León y otras de sus visitas, continúan de mal humor, y dicen que al Rey lo están engañando los Diplomáticos extranjeros, y que lo que debía de hacer era despreciarlos a todos, poner la Inquisición, castigar a los negros y a cualquiera que quiera oponerse a tan necesarias medidas”.

En otro documento, fechado en Madrid el 11 de junio de 1827, se informa del contenido de una correspondencia particular;

“El Comandante de Voluntarios Realistas de Ocaña ha venido preso a esta corte por haber sido el depositario de varios libelos infamatorios contra el Rey y su Soberanía. Entre sus papeles, se encontró una proclama que exhortaba al pueblo español a defender  el trono de Carlos V”.

En otro documento fechado en Madrid el 6 de julio de 1827 se informa;

“En Barcelona, a 30 de junio. Se ha presentado un Regidor de Granollers al Intendente de Policía para darle parte de que los Voluntarios Realistas de aquella villa se habían reunido la noche anterior y preguntándose entre sí que si querían seguir con los que estaban descontentos“.

Se fecha en Madrid el 8 de julio de 1827 un documento del “vigilante número 8” del Cuartel del Barquillo;

“Esta mañana decían en la Puerta del Sol unos oficiales indefinidos que el Batanero anda por La Mancha con cuatrocientos hombres proclamando a Carlos V, y por Cataluña se aumentan las partidas”.

Fechada en el mismo día reporte de otro confidente;

“Esta mañana se ha expresado el primer secretario del Ministro de Holanda conmigo y dos sujetos más, en estos términos;  según el ruido que hacen en España un puñado de hombres o más bien de fieras voraces, que so pretexto de religión, se burlan de ella y no desean si no sangre y rapiña…pues aquellos no tienen más poder que el que el vulgo necio les ha querido apropiar”.

Por último, fechada en Madrid un día después a manos de “celador 3”;

“Corren una porción de noticias relativas a Cataluña las cuales anuncian que aquel Principado está muy lejos de hallarse en la tranquilidad que algunos quieren pintar, que hay partidas de los denominados carlistas que entran en los pueblos y causan destrozos, de lo cual se admira la gente por no poder creer que S.M. esté ignorante de semejantes atentados”.

Como vemos, la persecución, la vigilancia y espionaje a los denominados ya en este momento como carlistas o partidarios de Carlos V, a partir de 1826-27, desde la revuelta de los malcontents y hasta la muerte del soberano en 1833, es permanente, por deseo expreso del rey.

Recordemos que, además de ello, y como afirma Bullón de Mendoza, Carlos María Isidro es desterrado en abril de 1833 por negarse jurar a la hija recién nadia del rey, Isabel. De allí no volvería hasta muerto el rey, cuando entra en España para alzarse contra la nueva reina y la Regente gobernante en su nombre, dando inicio a las llamadas guerras carlistas.

Esta persecución del reinado absolutista de Fernando VII contra los carlistas evidencia hasta qué punto ya antes de la muerte del rey, los tradicionalistas eran un peligro para el sistema, y no solo para los liberales. 

Que el proyecto de los tradicionalistas no era, precisamente, el absolutismo, si no que era una alternativa a éste, representando en Fernando VII.

Como afirmaba en su famoso libro Manuel Polo y Peyrolón;

“Esta es también la aspiración nobilísima del Sr. Duque de Madrid, el cual tiene declarado que «no se pueden resolver grandes dificultades sin el concurso de los varones más probos e imparciales del reino», y que en su carta a D. Alfonso consignó esta solemne promesa: «Yo daré con esas Cortes a España una ley fundamental que, según expresé en mi Carta a los soberanos de Europa, espero que ha de ser definitiva y española.» Aquí tenéis a qué quedan reducidas esas estólidas acusaciones de absolutismo que se nos hacen. 

No, el partido tradicionalista aspira a implantar en España la monarquía representativa y templada, que ha sido siempre el mejor timbre de nuestras glorias nacionales; el partido tradicionalista es amante como el que más de la libertad”.

O en un discurso pronunciado en Oviedo en 1916 el célebre Juan Vázquez de Mella;

“Ante la revolución francesa, quedaba la Constitución interna y secular de España, pero estaban mermados la representación de las antiguas Cortes y los derechos y los fueros de las regiones, la Monarquía, por medio de ministerios regalistas, había sufrido merma, y no había sino absolutismo en la Majestad que la representaba. No, no era esa la Monarquía absolutista y tiránica la que queríamos restaurar”


Publicado en; https://www.xn--elespaoldigital-3qb.com/el-deseado-contra-el-carlismo/


Fuentes;

- “Historia contemporánea de España”. Javier Paredes.

-“Los orígenes de la policía española. Dos siglos al servicio de la sociedad”. María Dolores Herrero Fernández-Quesada. Martín Turrado Vidal. 

-“Esto no estaba en mi libro de historia del carlismo”. Javier Barraycoa

-“Biografía de Carlos María Isidro de Borbón”. Alfonso Bullón de Mendoza. Diccionario Biográfico de la R.A.H.

-“Asuntos diversos de la Superintendencia General de Policía del Reino de los años 1826 y 1827”. Archivo Histórico Nacional.

-“Partes remitidos por la Intendencia de Policía de la Provincia de Madrid a la Superintendencia General de Policía del Reino del año 1827”. Archivo Histórico Nacional.

-“Biografía de Juan Bautista de Erro. Alfonso Bullón de Mendoza. Diccionario Biográfico de la R.A.H.

-“Credo y programa del partido carlista”. Manuel Polo y Peyrolón.

-“Obras Completas”. Juan Vázquez de Mella.

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