miércoles, 5 de marzo de 2025

Sobre el liberalismo


 

"De todas las escuelas, ésta es la más estéril, porque es la menos docta y la más egoísta. Como se ve, nada sabe de la naturaleza del mal ni del bien; apenas tiene noticia de Dios, y no tiene noticia ninguna del hombre. 

Impotente para el bien, porque carece de toda afirmación dogmática, y para el mal, porque le causa horror toda negación intrépida y absoluta, está condenada, sin saberlo, a ir a dar con el bajel que lleva su fortuna al puerto católico o a los escollos socialistas. 

Esta escuela no domina sino cuando la sociedad desfallece; el período de su dominación es aquel transitorio y fugitivo en que el mundo no sabe si irse con Barrabás o con Jesús y está suspenso entre una afirmación dogmática y una negación suprema. 

La sociedad entonces se deja gobernar de buen grado por una escuela que nunca dice afirmo ni niego y que a todo dice distingo. El supremo interés de esa escuela está en que no llegue el día de las negaciones radicales o de las afirmaciones soberanas; y para que no llegue, por medio de la discusión confunde todas las nociones y propaga el escepticismo, sabiendo como sabe, que un pueblo que oye perpetua mente en boca de sus sofistas el pro y el contra de todo, acaba por no saber a qué atenerse y por preguntarse a sí propio si la verdad y el error, lo justo y lo injusto, lo torpe y lo honesto, son cosas contrarias entre sí o si son una misma cosa mirada desde puntos de vista diferentes. 

Este período angustioso, por mucho que dure, es siempre breve; el hombre ha nacido para obrar, y la discusión perpetua contradice a la naturaleza humana, siendo, como es, enemiga de las obras. 

Apremiados los pueblos por todos sus instintos, llega un día en que se derraman por las plazas y las calles pidiendo a Barrabás o pidiendo a Jesús resueltamente y volcando en el polvo las cátedras de los sofistas".

"Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo". Juan Donoso Cortés.



"No vacilo en manifestar que la soberanía popular, es un absurdo. 

Por soberanía popular entienden muchos el derecho que atribuyen al pueblo de establecer a su voluntad , y siempre que le plazca, la forma de gobierno que haya de regir en la nación respectiva; las leyes o reglas fundamentaled que hayan de observarse, quién o quiénes y en qué forma hayan de ejercer los poderes públicos, cómo se ha de legislar, gobernar y administrar. 

Si hoy, por ejemplo, se hubiere expresado la voluntad del pueblo sobre esto, mañana, con el mismo derecho, podría expresarla en el sentido opuesto y determinar lo contrario. 

Si hoy, por voluntad, había establecido la monarquía, mañana, sin más razón que la de haber variado de voluntad, podía establecer la república . 

Esto es legalizar la inestabilidad y la agitación, legitimar la revolución, sistematizar la anarquía"

"Opúsculos". Juan Bravo Murillo.



"Ninguna secta ni partido se ha podido formar jamás sin una propaganda anterior. Siendo esto evidente, resulta absurdo ametrallar los hechos y los instrumentos de ejecución, y amparar las propagandas que los producen. 

De aquí esta conclusión : hay propagandas ilícitas que deben ser condenadas. Contra esto, que debiera ser un apotegma, se levanta esta tesis fundamental del li-beralismo : el Estado es neutral en el orden religioso y moral, porque ignora cuál es la verdad en esos órdenes, y proclama, como un postulado, la libertad completa de todas las opiniones y de todas las propagandas.

Si toda opinión es lícita, y toda propaganda tiene derecho a manifestarse, no es posible censurar ni condenar ninguna. 

Luego el Estado no tiene más misión, en el orden doctrinal, que cruzarse de brazos y dejar hacer, dejar pasar todas las opiniones y todas las propagandas.

Esta es la tesis y su consecuencia ; pero como no se puede combatir el efecto, y amparar y fomentar la causa, llega un momento en que es tan visible la acción de la propaganda en el hecho, y éste tan contrario a la más incipiente disciplina, que el Estado interviene y censura y prohibe ciertas propagandas. 

Luego reconoce que estas influyen realmente en los hechos, y que no todas son libres y pueden ser autorizadas".

"Liberalismo. Los tres estados. El liberal, el cesarista y el cristiano". En "Obras completas". Juan Vázquez de Mella



"El resultado de las elecciones no es la verdad. O lo que es lo mismo, los Parlamentos liberales no expresen ni representan las fuerzas nacionales. 

En efecto: ¿quién será el inocente que crea que hace unos meses la mayoría de la nación era fusionista, y que dentro de pocas semanas serán conservadora? 

Nadie, seguramente. Entonces el poder parlamentario, la mitad de la soberanía, es una falsedad. Porque si las cámaras no son como un compendio y resumen de las fuerzas nacionales, ¿Que vienen a ser ? Ficciones. 

Y tan cierto es esto, que se puede asegurar que en España, durante el régimen liberal y doctrinario las minorías radicales del Parlamento representan la mayoría social, y al revés, las mayorías parlamentarias expresan la minoría popular. 

De aquí que la voluntad social y la política vivan en éstos sistemas, más o menos revolucionarios, pero revolucionarios, siempre en perpetuo desacuerdo, cuando no en enemistad rencorosa. 

Creo, además, que los Parlamentos mueren, que los partidos políticos desaparecen, que una revolución social, fatal e irremediable ya, ha de cambiar enteramente la faz de Europa, sobre todo la de los desdichados pueblos latinos".

"Ficción y caducidad del parlamentarismo español". Juan Vázquez de Mella.



"Autoridad, familia, propiedad, justicia y libertad', son elementos constitutivos del orden social. La igualdad no lo es.  Cabalmente por altísimas miras, ha hecho Dios a los hombres desiguales. 

La desigualdad intelectual y física es de derecho natural; mas por los caminos de la virtud puade arribar el hombre a más alto puesto, que el que ocupa el valor más brillante o la más soberana inteligencia. 

En la desigualdad intelectual y física de los hombres se estrellará eternamente la teoría democrática, que como lucha con la naturaleza, al cabo será vencida. 

Mentira es por tanto el sufragio universal; mentira la llamada ley de mayorías parlamentarias, como criterio de verdad; mentira que la libertad del bien y del mal, asegure la paz o favorezca el progreso en sociedades humanas.

Toda autoridad viene de Dios : Omnis potestas , como dice San Pablo. Es pues de derecho divino, así la de un rey, como la de un cónsul, como la de un padre de familia. Omnis potestas".

"Mal se compadecen libertad y justicia con liberalismo y parlamentarismo. 

El liberalismo reconoce iguales derechos a la verdad que al error, porque para él no hay verdad. Es la grande herejía de los últimos tiempos. 

El parlamentarismo no es herejía; no es más que una farsa que divierte poco, cuesta mucho, y corrompe más.

"Restauracion; apuntes para una obra". Antonio Aparisi y Guijarro.



"En el orden de las ideas el Liberalismo es el conjunto de lo que se llaman principios liberales con las consecuencias lógicas que de ellos se derivan. 

Principios liberales son : la absoluta soberanía del individuo con entera independencia de Dios y de su autoridad; soberanía de la sociedad con absoluta independencia de lo que no nazca de ella misma ; soberanía nacional, es decir, el derecho del pueblo para legislar y gobernarse con absoluta independencia de todo criterio que no sea el de su propia voluntad , expresada por el sufragio primero y por la mayoría parlamentaria después ; libertad de pensamiento sin limitación alguna en política , en moral o en Religión ; libertad de imprenta, asimismo absoluta o insuficientemente limitada; libertad de asociación con iguales anchuras. 

El fondo común de ellos es el racionalismo individual, el racionalismo político y el racionalismo social.  

En el orden de los hechos el liberalismo es un conjunto de obras inspiradas por aquellos principios y regaladas por ellos. 

Como, por ejemplo, las leyes de desamortización; la expulsión de las Órdenes religiosas; los atentados de todo género, oficiales y extraoficiales, contra la libertad de la Iglesia; la guerra sistemática al Catolicismo, al que se apoda con los nombres de clericalismo, teocracia, ultramontano, etc.."

"El liberalismo es pecado: Cuestiones candentes". Félix Sardá y Salvany.



"Efectivamente, somos enemigos acérrimos del parlamentarismo, de esa farsa importada del extranjero y que consiste, según los doctores de la escuela, en el gobierno de la nación por la nación misma; y partidarios entusiastas de las antiguas Cortes españolas.

La esencia del parlamentarismo, como todos saben, está en el turno pacífico de los partidos en el poder, que suben y bajan al parecer por haberlo dispuesto así la soberanía nacional o la soberanía de la Corona, resolviendo el poder llamado moderador de esta manera los conflictos que se susciten entre el pueblo y el gobierno.

En primer lugar, las Cortes parlamentarias no son representación genuina del país, ni mucho menos, sino de los gobiernos que presiden las elecciones y hasta de los ministros que personalmente las hacen.

En segundo lugar, Cortes así elegidas forzosamente tienen que componerse de mayorías serviles y de minorías sediciosas.

En tercer lugar, Cortes parlamentarias sin esas banderías políticas que se llaman partidos, sin duda porque parten al país por el eje, son imposibles.

Y en cuarto y último lugar, no puede reconocer en las Cortes esa co-soberanía que, según la doctrina liberal, comparten con el Rey. Para nosotros el único legítimo y verdadero soberano es el Rey, cuyos poderes supremos no pueden fraccionarse para compartirlos con otras personas o instituciones".

"Credo y programa del Partido Carlista". Manuel Polo y Peyrolón.




"Es, como siempre, Rousseau, quien primeramente aporta su contribución obligada al error. 

El pacto social, cuya absurdidad se puso de manifiesto, “produce inmediatamente—dice aquel escritor—en vez de la persona particular de cada contratante, un cuerpo moral y colectivo, compuesto de tantos miembros como votos tiene la asamblea, el cual recibe de este mismo acto su unidad, su yo común, su vida y su voluntad";  de modo que “no estando formado el soberano sino por los particulares que lo componen, no hay ni puede haber interés contrario al suyo”. 

La democracia liberal nació cuando estas palabras se escribieron.

Una pequeña vuelta al concepto del pacto social, y el fraude se obtenía. 

Y escribe: “a fin de que este pacto social no sea una vacia fórmula —ya veía que podía serlo—, encierra tácitamente este compromiso: que sólo por sí puede dar fuerza a los demás y que quienquiera se niegue a obedecer la voluntad general, será obligado a ello por todo el cuerpo". 

Esto no significa otra cosa sino que "se le obligará a ser libre”. Así quedaba puesto el cimiento a la Democracia liberal. 

La mitad más uno, serían en lo sucesivo fuente de la justicia y de la libertad, y oráculo del interés general".

"Una soberanía en un ser limitado no puede ser absoluta. Tan absurda es la concepción de un rey absoluto, como la de una nación absoluta. 

Si la nota de soberanía en un rey ha de tener un límite, un límite ha de tener igualmente esa nota en la nación. Soberano absoluto no hay más que un ser: el que puede decir de sí mismo: “Soy el que soy”. 

La soberanía nacional ha de subordinarse, pues, a una norma superior y anterior a ella.

Vázquez de Mella ha expuesto esta doctrina que el buen sentido inspira, en los siguientes términos: “El absolutismo no consiste, como todavía creen algunos, en la unidad del Poder político, sino en la ilimitación jurídica, en el desbordamiento del poder que invade o arranca las prerrogativas de las personas individuales o colectivas que están subordinadas por un respecto, pero no absorbidas en esa entidad civil que se llama Estado. 

Desde el momento en que un Poder, sea cual fuere, sale de su órbita, se excede de sus atribuciones y entra en la jurisdicción de los demás Poderes y arranca una prerrogativa o una facultad que no le pertenece, está afirmado, por lo menos como un hecho, el absolutismo. 

Por eso nosotros reconocemos que el Poder real, y, en general, el Poder político del Estado, tenga la forma que quiera, ha de estar limitado por dos grandes soberanías; porque nosotros admitimos una trinidad o una trilogía social, compuesta, en primer término, por el Poder superior espiritual de la Iglesia, que es la que, teniendo un fin que se identifica con el fin último del hombre, tiene derecho a fijar su relación con el Estado e influir indirectamente en él y después reconocemos como límites inferiores, que forman en cierto modo una soberanía social , otras jerarquías subordinadas de personas o entidades sociales, que—aparte de la persona individual cuyos derechos naturales somos los primeros en reconocer como anteriores y superiores a toda ley civil—, comienzan por la familia, se prolongan por el municipio, agregación de las familias, y siguen por la hermandad de esos municipios en comarcas que vienen después a unirse para formar la región. 

Todos esos Poderes, con otras Corporaciones análogas y con las clases que las enlazan, son los que limitan, contrarrestan y sirven de contención orgánica, no de contención mecánica, como las inútiles que vosotros imagináis a los abusos de la soberanía política, tercer término circunscrito por la soberanía espiritual y la social”.

"El Estado Nuevo". Víctor Pradera.



"Juan Jacobo Rousseau vino a decirnos que la justicia y la verdad no eran categorías permanentes de razón, sino que eran, en cada instante, decisiones de voluntad.

Juan Jacobo Rousseau suponía que el conjunto de los que vivimos en un pueblo tiene un alma superior, de jerarquía diferente a cada una de nuestras almas, y que ese yo superior está dotado de una voluntad infalible, capaz de definir en cada instante lo justo y lo injusto, el bien y el mal. 

Y como esa voluntad colectiva, esa voluntad soberana, sólo se expresa por medio del sufragio –conjetura de los más que triunfa sobre la de los menos en la adivinación de la voluntad superior–, venía a resultar que el sufragio, esa farsa de las papeletas entradas en una urna de cristal, tenía la virtud de decirnos en cada instante si Dios existía o no existía, si la verdad era la verdad o no era la verdad, si la Patria debía permanecer o si era mejor que, en un momento, se suicidase.

Como el Estado liberal fue un servidor de esa doctrina, vino a constituirse no ya en el ejecutor resuelto de los destinos patrios, sino en el espectador de las luchas electorales. 

Para el Estado liberal sólo era lo importante que en las mesas de votación hubiera sentado un determinado número de señores; que las elecciones empezaran a las ocho y acabaran a las cuatro; que no se rompieran las urnas. Cuando el ser rotas es el más noble destino de todas las urnas. 

Después, a respetar tranquilamente lo que de las urnas saliera, como si a él no le importase nada. Es decir, que los gobernantes liberales no creían ni siquiera en su misión propia; no creían que ellos mismos estuviesen allí cumpliendo un respetable deber, sino que todo el que pensara lo contrario y se propusiera asaltar el Estado, por las buenas o por las malas, tenía igual derecho a decirlo y a intentarlo que los, guardianes del Estado mismo a defenderlo".

"Discurso pronunciado en el Teatro de la Comedia de Madrid, el día 29 de octubre de 1933". José Antonio Primo de Rivera.

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