"El recuerdo de las guerras carlistas comienza ya a esfumarse.
Fácilmente se explica que los hombres ofrenden su vida en defensa de su patria, pero que luchen con encono, cuando la causa del batallar radica en que ocupe el trono la hija de Fernando VII o el hermano de éste, Carlos María Isidro, es cosa que solo se concibe pensando en que Isabel y Don Carlos se habían convertido en símbolos.
El tipo del carlista constituye un caso curioso, singular y digno del mayor respeto por las profundas raíces de su convencimiento, y la firmeza de su fe; una fe ciega, que no quebrantan las mayores y más definitivas derrotas, que hoy, como ayer, y como entonces permanece incólume, esperando a su verdadero Rey.
Vida, hacienda, afectos los más queridos, el carlista está siempre dispuesto a sacrificarlo por la causa.
Es un fenómeno digno de notarse que en el campo de la política, donde los cambios de opinión y de actitud son cosa corriente, el carlista no cambia, es siempre el mismo, no va de un campo al contrario.
En la guerra civil, en el campo carlista hubo dos hombres representativos, Zumalacárregui y Cabrera. En el opuesto bando, solo uno; Espartero".
"Espartero. El general del pueblo". Conde de Romanones.
"No son turbas famélicas, enamoradas de los bienes ajenos.
Todo el mundo parece en tal ocasión tranquilo, grave, convencido de que está cumpliendo un deber.
Por contrarios que seamos a la causa que defienden. ¿Cabe desconocer que hay mucho en eso que merece respeto, y no poco de grande?
Sabed que esos enemigos vuestros son hombres de ideas también, gente que de veras y no de burlas, antepone su convicción, su fé religiosa, a todo material interés, y a todos los sentimientos mundanos.
Vedlos ahí exponiéndolo todo por una idea, hasta sus privilegios históricos.
Los habitantes de esos Pirineos, por más que os ofenda en general a todos, creen en la Madre de Dios, y en sus milagrosas intersecciones.
Ni basta con despreciar como atrasadas y supersticiosas semejantes devociones: harto las han despreciado ya y en balde los incrédulos".
"Introducción al libro Los Vascongados, su país, su lengua y el príncipe L. L. Bonaparte de Miguel Rodríguez-Ferrer". Antonio Cánovas del Castillo.
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