"Pero desde mi juventud hasta hoy, hay algo que nunca pude comprender. Nunca he podido comprender de dónde es que la gente ha sacado la idea, de que la democracia se opone en cierta forma a la tradición.
Evidentemente, la tradición es sólo la democracia prolongada a través del tiempo. Es creer en un concierto de vulgares voces humanas, más que en un registro aislado y arbitrario de los hechos.
El hombre que cita a un historiador alemán en su ataque a la tradición de la Iglesia Católica, apela estrictamente a la aristocracia.
Recurre a la superioridad de un experto para oponerla a la tremenda autoridad de una muchedumbre popular.
Es fácil ver por qué una leyenda es tratada, y debe ser tratada, con más respeto que un libro de historia.
La leyenda, generalmente la hace la mayoría de la gente sensata de un pueblo. El libro, generalmente está escrito por un sólo loco del pueblo.
Aquellos que contra la tradición arguyen que los hombres de ayer eran ignorantes, pueden ir con sus argumentos al Club Carlton, manifestando que los votantes de los garitos son ignorantes. No nos hace nada.
Si cuando se trata de asuntos cotidianos, concedemos gran importancia a la opinión unánime del común de los hombres, no hay razón para que la menospreciemos cuando se trata de fábulas y de historia.
La tradición podría definirse como una extensión de esa franquicia.
Tradición, significa dar votos a la más oscurecida de todas las clases: nuestros antecesores. Es la democracia de los muertos.
La tradición rehúsa someterse a la pequeña y arrogante oligarquía de aquellos que casualmente, andan por ahí.
La democracia pone objeciones a los hombres por ser incapacitados por el accidente de su nacimiento; la tradición se las pone por ser incapacitados por el accidente de su muerte.
La democracia nos aconseja no desoír la opinión de un hombre bueno; aunque sea nuestro mucamo. La tradición nos pide que no desoigamos la opinión de un hombre bueno; aunque sea nuestro padre.
Yo por lo menos, no puedo separar las ideas de democracia y de tradición; me parece evidente que ambas son una misma idea.
Tendremos a los muertos en nuestros concilios. Los antiguos griegos votaban en piedras; éstos, votarán en lápidas.
Todo es perfectamente oficial y correcto, puesto que muchas lápidas, como muchas papeletas de votar, están marcadas con una cruz.
Debo decir primero, qué si he tenido una inclinación, siempre fue una inclinación a favor de la democracia, y por consiguiente, de la tradición".
"Ortodoxia". G.K. Chesterton.
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