viernes, 29 de noviembre de 2019

Debate en torno a la teocracia calvinista


Si hay una figura controvertida en el convulso siglo XVI europeo, en mitad de ese fenómeno que fue la reforma protestante religiosa y los inicios de las guerras de religión continentales, al margen del propio artífice de la reforma, Lutero, fue sin duda alguna la figura de Juan Calvino y el sistema religioso que ayudó a crear y ahondar, especialmente en Suiza. Su polémica figura y su forma de entender la reforma ha dado lugar a ríos de tinta y, como suele ser en este caso, a visiones encontradas en torno a su figura y obra religiosa.

Biográficamente, Juan Calvino, como afirma en su biografía la Concordia Historical Institute-Lutheran Reformation, nace en Francia en 1509, y aprende directamente de la reforma luterana que había sido ya creada por el reformador alemán Lutero siendo él menor de edad.

Al poco tiempo empieza a introducirse en la obra de Lutero, alineando rápidamente con ella y escribiendo sus primeros trabajos al respecto de los escritos tanto de  Lutero como de Zwinglio, el otro gran reformador de la época, mediando entre ambos en el complejo debate teológico de la Eucaristía, en la cual, según afirma su biografía "respetaba el punto de vista de Lutero de la presencia real, también incorporó algunos de los argumentos de Zwinglio de que el cuerpo de Cristo resucitado está en el cielo y, por lo tanto, no puede estar presente en cuerpo en el Sacramento" y afirmando que "la naturaleza espiritual de Cristo era capaz de estar presente en ambos, en el cielo y en el Sacramento al mismo tiempo. Así, la presencia de Cristo estaba presente espiritualmente pero no corporalmente en el Sacramento".

Al margen de los debates teológicos, importante fue la obra del propio Calvino en vida. Debido a las polémicas religiosas en su país natal, según Teófanes Egido, marcha a Ginebra-Suiza en 1536, viéndose obligado a exiliarse para retornar definitivamente poco después, en 1541 hasta el final de sus días, en 1564, y donde realmente pudo llevar a cabo a la práctica sus ideas reformistas, dando lugar en estos años finales de su vida al debate en torno a su figura y el tipo de régimen que inspiró en Ginebra.

Una visión dulcificadora de su figura nos la ofrece recientemente el filósofo y pensador José Luis Villacañas en su libro "Imperiofilia y el populismo nacional-católico", escrito en contestación al libro "Imperiofobia" de María Elvira Roca Barea. En dicho libro, Villacañas pretende refutar la imagen que Barea ofrece de Calvino como intolerante y de establecer un régimen teocrático en Ginebra, y afirma que;

"Calvino respetó escrupulosamente la división de poderes en Ginebra, luchó con fuerza y decisión para que la aceptación a la Cena dependiera de la propia comunidad eclesial, nunca ejerció cargo político alguno, solo muy tarde gozó de la ciudadanía y nunca fue señor absoluto de Ginebra.

Nadie afirmará que Calvino ejecutara a los opositores, y ni Calvino ni nadie acabó con la disidencia, pues las elecciones no dejaron de tener lugar en Ginebra.

Calvino puede ser un personaje antipático, pero convertirlo en un criminal es infundado. La pena más grave era la separación de la comunidad eclesial y siempre manifestó que nadie podía morir por sus creencias. En todo caso, la división de poderes funcionó en Ginebra durante toda la vida de Calvino, y se mantuvo el régimen electoral de formación de los Consejos.

La cantidad de exiliados y perseguidos que se refugiaron en Ginebra, venidos de todas partes de Europa, no tenía precedentes ni siquiera en la Roma papal".

Visiones algo diferentes nos la ofrecen diversos historiadores e investigadores. En primer lugar destaca la propia autora "víctima" de esta contestación, la escritora y ensayista María Elvira Roca Barea en su obra "Imperiofobia y leyenda negra", quien afirma al respecto de Calvino, que;

"En Ginebra, Calvino empezó por eliminar cualquier atisbo de oposición a su doctrina. El procedimiento habitual fue la ejecución de opositores hasta terminar siendo el dueño absoluto de la vida política, económica, y religiosa en Ginebra. Las Ordenanzas de Calvino proscriben toda forma de disidencia, y de disfrute. Se prohíben los días de fiesta, la música, el órgano y hasta las campanas. Los destierros y la hoguera se convirtieron en un paisaje semanal".

Sin duda una visión extremo opuesta a la de su crítico, y que en algunos aspectos pueda parecer algo exagerada, aunque no mucho. Parecida es la opinión que tiene sobre el tema el académico ruso S. D. Skazkin, quien en el libro "Historia universal" afirmaba que;

"Juan Calvino, justificaba la esclavitud, y con ellas las atrocidades que acompañaban al proceso de acumulación originaria".

Veamos las opiniones de los historiadores y estudiosos expertos en el tema. Más elaborada es la respuesta del historiador y experto modernista francés André Corvisier, que afirmaba en su "Historia moderna" al respecto que;

"Aunque sin magistratura oficial, Calvino ejerce una verdadera dictadura, pero esto no sucede sin luchas. Calvino pretende imponer una rigurosa inquisición con respecto a las prácticas católicas, anabaptistas e incluso profanas, como la danza, el teatro y el juego. A partir de 1555, la autoridad de Calvino es indiscutible".

También destaca el estudio del profesor y filósofo George Holland Sabine, que afirma en su "Historia de la teoría política";

"Donde tuvo campo libre, el calvinismo se convirtió en una teocracia, una especie de oligarquía mantenida por una alianza del clero y la nobleza, de la que estaba excluida la masa del pueblo y que en general fue antiliberal, opresora y reaccionaria. Tal fue la naturaleza del gobierno del propio Calvino en Ginebra. Los calvinistas continuaron oponiéndose a admitir que el rey fuese el jefe de una iglesia nacional. 

La razón, era que la iglesia tiene que estar en libertad de fijar sus cánones de doctrina y moral y debe tener el pleno poyo del poder secular para imponer su disciplina a los recalcitrantes. En Ginebra, la excomunión privaba al ciudadano  del derecho de desempeñar cargos públicos. Calvino estaba más dentro del espíritu del eclesiasticismo medieval extremo que la sostenida por los católicos nacionalistas. En Ginebra, el poder del clero era ilimitado y el sistema solo era representativo en el vago sentido de que se suponía que el consistorio ejercía una autoridad perteneciente a toda la iglesia".

Por último, destaca la experta opinión de Teófanes Egido López, catedrático de Historia Moderna, experto del siglo XVI, las reformas protestantes y la Inquisición en su libro "Las reformas protestantes", que afirma acerca de la época de Calvino;

"La bibliocracia en que se convirtió Ginebra pudo realizarse  gracias a que el Consejo de la república cambio de timón cuando accedieron al poder los partidarios del programa de Calvino....de unas vidas acomodadas en todo lo que se presentó como exigencias de la Sagrada Escritura. El régimen se vertebró en torno a; los pastores o ministros (rígidamente seleccionados), son la base de la Iglesia calvinista, interviniendo con los ancianos (laicos) en asuntos dogmáticos y de disciplina. La asistencia social se encargó a los diáconos, así como otros ministerios, el de la enseñanza vital confiada a los doctores.

Sobre los ministerios estaba Calvino, que no pertenecía a ninguno de ellos propiamente, que incluso fue extranjero legal en Ginebra, pero era el profeta, función tanto más poderosa cuanto que no estaba institucionalizada y se cifraba en el carisma personal del reformador. Su presencia e influjo se perciben por todas partes; a través de síndicos partidarios en el gobierno, a través de la Compañía de Pastores de la enseñanza y a través del Consistorio.

Integrado por delegados del gobierno de Ancianos y pastores, su finalidad fue asegurar la ortodoxia y  disciplina  según la Palabra del Antiguo y Nuevo Testamento.

En aquellas sociedades sacralizadas e intolerantes se disponía  del pasado y del presente de la Inquisición, y esto fue lo que se implantó en Ginebra con otro nombre, con los mismos procederes, penas, pero invadiendo no solo el ámbito de la heterodoxia, sino también el de la moral. Con el ideal del dominio absoluto divino, Ginebra se transfiguró en la ciudad-Iglesia del rigor y talante reformado, contrastante con el católico, el luterano o el anglicano.

El fundamentalismo se aplicó desde el nacer y se detectaba hasta en la antroponimia; no se podía reproducir nombres papistas de los santos. El rigor se inculcó a los niños, con horarios llenos en el colegio, en la parroquia, en casa, sin tiempo para el recreo (el juego era algo maldito)...todo copado por catequesis, servicios religiosos, sermones mañaneros......

Se vigilaba a los jóvenes, sin oportunidad para la diversión proscrita, para el baile, para el gozo, para la fiesta, la bebida o cantos que no fueran salmos. Se desterró todo lo que no sonase a palabra de Dios y recordarse a la blasfemia papista o religiosidad popular. Se controló la lectura, que no podía ser profana...los libros se sometían a una especie de proceso inquisitorial, condenado en algo así como un auto público de fe del que, naturalmente, salían para la hoguera.

Calvino tuvo que esgrimir todos sus resortes para acallar a la oposición, y lo logró gracias a su dominio sobre el Consejo urbano, a algunas ejecuciones y a contar con la mayoría de los síndicos identificados con él. Tampoco admitió desviaciones dogmáticas llegadas desde fuera....como los anabaptistas u hombres de la Reforma que tuvieron que escapar de Ginebra ante el acoso de Calvino, poseído de su misión profética y de infalibilidad. 

No pudo escapar de la trampa ginebrina el genial e ingenuo Miguel Servet. Su ejecución sirvió en Ginebra para afianzar más aún la obra de Calvino y su propio poder, que por entonces había entrado en crisis. Fueron acallados los disconformes. Calvino, dedicó sus últimos años a fortalecer la transformación de la ciudad en reino de Dios incuestionable, inmovilizar inquietudes internas, contestar las herejías de fuera".

Parece, pues, que la verdad se encuentra alejada de esa visión idílica de Calvino presentada por Villacañas; ni separación de poderes ni, desde luego, tolerancia alguna, pero también alejada de esa Ginebra casi genocida que exterminaba cada día en la hoguera a cientos de personas como sostiene Roca Barea y los anti-negrolegendarios. La verdad que presentan historiadores como Egido, Sabine o Corvisier, que presentan una Ginebra calvinista totalitaria gobernada con mano de hierro por los partidarios de un Calvino que, sin ejercer cargo alguno, dominaba totalmente la vida pública y privada de Ginebra, pero alejada de los asesinatos y atrocidades constantes, parece que se ajusta más a la realidad histórica.



Fuentes;

-Biografía de Juan Calvino. Concordia Historical Institute-Lutheran Reformation.

-José Luis Villacañas. "Imperiofilia y el populismo nacional-católico".

-María Elvira Roca Barea. "Imperiofobia y leyenda negra".

-S. D. Skazkin.  "Nacimiento de las relaciones capitalistas en Europa occidental", capítulo del libro "Historia universal" de A.Z. Manfred.

-André Corvisier. "Historia moderna".

-George Holland Sabine. "Historia de la teoría política".

-Teófanes Egido López. "Las reformas protestantes".

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