Cada año, se rememora el asesinato en la retaguardia granadina en agosto de 1936 del insigne poeta e intelectual Federico García Lorca. La ciudad y gran parte de la provincia, llevaba un mes en manos del bando militar sublevado fruto del golpe de estado que inició una política de represión contra los enemigos políticos, de los cuales Lorca fue una víctima más.
Sin embargo, y lejos de la imagen que tradicionalmente se ha transmitido, no siempre hubo un consenso en todos los aspectos y personas víctimas de la represión y, lejos, de lo que pueda pensarse, en el caso de García Lorca las divisiones internas derivadas de su asesinato fueron mayores de lo que se cree. Concretamente, una parte de los falangistas, considerados la facción más violenta del bando nacional, se opuso al fusilamiento del poeta andaluz y ello derivó en una polémica interna en la retaguardia andaluza en un primer momento.
1) El estallido de la guerra civil y el caos en Granada
El asesinato del Teniente Castillo y, como represalia, el consiguiente ajusticiamiento del diputado conservador José Calvo Sotelo en la madrugada del 13 de julio de 1936, después de meses de tensiones, enfrentamientos y asesinatos en las calles de toda España entre activistas de derechas e izquierdas, aceleró los planes de sublevación entre los civiles (especialmente entre los ilegalizados falangistas que, a pesar de la actitud dubitativa de su Jefe Nacional desde la Cárcel de Alicante, apoyaron el golpe), y entre los militares dirigidos en el interior del estado por Emilio Mola.
Inmediatamente, los días 18 y 19 de julio de 1936 se inician una serie de levantamientos militares en diferentes ciudades del país en apoyo al golpe de estado. Especialmente significativo es el caso de Andalucía que, rápidamente, se parte en dos partes claramente diferenciadas y que se mantendrán, más o menos, a lo largo de la guerra; una parte occidental dominada por los alzados, y una parte oriental, especialmente gran parte de Córdoba, Jaén y Almería, dominada por la República.
En la zona occidental de Andalucía, desde el mismo día 18 de julio de 1936, la suerte está echada. El epicentro de la sublevación estará en la Sevilla de izquierdas controlada por el militar Gonzalo Queipo de Llano, considerado el “Virrey de Andalucía” y que dirige con mano de hierro la sublevación militar en toda la región.
Como afirma Rafael Gil Bracero en su artículo “Guerra civil en Andalucía; las operaciones militares”, en la propia capital hispalense, la sublevación militar tiene lugar el mismo 18 de julio, y tras varios días de resistencia consigue controlar la capital, iniciando la política de represalias especialmente contra los rebeldes de Triana y La Macarena, quienes plantaron durante días una feroz resistencia armada en las barricadas callejeras contra el golpe de Queipo.
También en Cádiz triunfa, de una forma más inmediata y aplastante el golpe de estado militar al mando del famoso general José Enrique Varela, gaditano y líder del golpe en la región, liberado por los militares alzados y que rápidamente entre el 17-18 de julio de 1936 de la mano del militar José López-Pinto consiguen dominar con rapidez la ciudad de Cádiz.
En Córdoba, el coronel Ciriaco Cascajo se subleva en armas como lo hace Queipo en Sevilla el día 18 de julio de 1936, tomando con mano de hierro la capital de provincia, y atacando con su fuerza armada el gobierno civil, que cae en sus manos rápidamente, si bien solo consigue tomar, ayudado por Queipo, la capital y la mitad sur de la provincia que enlaza con Sevilla, quedando durante 1936 partida la zona entre el sur-occidente la mando de Cascajo y la zona norte y este lindando con Castilla y Jaén, en manos republicanas.
Tan solo quedaba una zona más en la sombra, y es la que nos ocupa, la provincia y ciudad de Granada. En Granada mandaba militarmente el comandante militar de la ciudad, Miguel Campins.
Militar tradicional y africanista, sin embargo parece ser que Campins decide mantenerse al lado de la República no muy claramente, ante la perspectiva de la sublevación militar en Granada el día 20 de julio de 1936, en la que conspiraban ya los falangistas y militares de la ciudad de Granada, liderados por el comandante militar y camisa vieja falangista José Valdés, que fue designado jefe de las milicias falangistas en Granada y el también falangista capitán Nestares, y que conjuntamente con los falangistas veteranos de la ciudad, como los famosos hermanos Rosales, o civiles destacados como el cedista conservador Ramón Ruiz Alonso que preparaban en silencio el apoyo al golpe militar, que había estallado dos días antes en Sevilla y Córdoba con éxito.
Finalmente, el propio día 20 de julio de 1936, Valdés, acompañado por militares y falangistas despliega una toma militar de los puntos estratégicos de la ciudad de Granada, como el gobierno civil, el ayuntamiento, y las emisoras de radio que consiguen tomar sin problemas.
Precisamente, el portal del Mapa de la Memoria Histórica de Granada, tomando como fuentes los trabajos de Eduardo Molina Fajardo “Los últimos días de García Lorca” y del célebre historiador Ian Gibson “Granada en 1936 y el asesinato de Federico García Lorca” describe así la toma del edificio principal de la capital;
“El Gobierno Civil, situado a pocos metros de la Comisaría de Policía durante los años de la Guerra Civil, fue un lugar fundamental durante la contienda. Durante la sublevación en la capital fue uno de los puntos clave logrados por los rebeldes, deteniéndose en él al presidente de la Diputación, Virgilio Castilla, al miembro de la UGT Antonio Rus, al sindicalista Alcántara y al gobernador civil republicano, César Torres Martínez.
Parece que sólo Castilla mostró algo de resistencia dado que, según algunos testimonios, llegó a tratar de sacar una pistola para defenderse. Al frente del mismo se situó el comandante Valdés, del que son numerosos los testimonios de su severidad e inclemencia”.
En el golpe militar granadino tomaron parte activa desde el primer momento los núcleos falangistas bien organizados en la ciudad, liderados por los conocidos hermanos Rosales, pero también por camisas viejas falangistas de otras provincias que, fruto de los enfrentamientos y de la persecución de los meses previos, se habían ido trasladando de una ciudad a otra, como fue el caso del líder falangista gaditano Narciso Perales. Según el expediente personal de Narciso Perales conservado en el Archivo de la F.N.F.F., parece ser que el falangista, destinado en la ciudad, participa activamente en las operaciones, afirmando que “toma parte en el asalto al Gobierno Civil y en muchas acciones militares al mando de un grupo de falangistas, siendo herido leve en los combates por arma de fuego enemiga”.
Y es que, a pesar del control rápido del centro de la ciudad, una vez tomado a lo largo del día 20 de julio el centro de Granada, apenas los barrios obreros del Albaicín levantaron barricadas y resistieron durante varios días el alzamiento militar, que queda definitivamente sofocado en torno al 23 de julio de 1936. A pesar de que en los días posteriores al golpe los sublevados consiguen tomar Granada y las zonas aledañas de la Vega de Granada, tienen serias dificultades de controlar el dominio sobre la capital, y a duras penas entablan una vía de comunicación con Sevilla y la zona occidental de la provincia, mientras que la mayor parte de la zona oriental de Granada queda en manos republicanas fracasando el golpe, por lo que los militares y falangistas granadinos se ven obligados en los días y semanas siguientes a hacer frente a los ataques republicanos desde la mayor parte de la Granada oriental, formándose el Frente de Granada para intentar retomar la capital por parte de los republicanos.
El también dirigente falangista Patricio González de Canales, quien luego formaría parte de la Falange Auténtica de Tarduchy, y dirigió el FNAL de Hedilla, durante los días de la guerra civil formaría parte en el alzamiento militar en Granada al igual que Narciso Perales, participando en la toma de la ciudad y en el Frente de Granada en los días y semanas posteriores, relataba así el papel de Narciso Perales en el Frente de Granada en un artículo para la Agencia FIEL;
“Después vino la toma de Granada (San Antón-Genil-Albaicín), y el establecimiento de un cerco (Güejar- Sierra Montefrío-Huetor-Santillan), y la guerra. Narciso Perales fue el alma falangista de aquella heroica defensa hasta la batalla decisiva de Huetor de Santillán”.
Así pues, parece ser que entre el 23 de julio en que se toma Granada y hasta el 30 de julio de 1936 en que los republicanos lanzan una ofensiva definitiva para tratar de recuperar Granada, se produce una semana de combates y enfrentamientos diarios entre nacionales y republicanos que, como bien afirma Patricio, se salda con la batalla del sector Huetor de Santillán en la que los republicanos son repelidos y se abandona definitivamente los intentos republicanos de tomar frontalmente la ciudad desde el resto de la zona oriental de Granada.
En la retaguardia granadina se producen desde entonces campañas de represalias contra obreros que se habían resistido al alzamiento, dirigentes políticos y sindicales, y hasta intelectuales de la zona, como el célebre poeta granadino local Federico García Lorca, víctima de la represión desmedida de aquellos elementos cedistas y derechistas que, vistiendo la camisa azul o aprovechando la coartada violenta que ofrecía esta, se lanzaron a una campaña de represalias violentas, tanto en las tapias del Cementerio de Granada como en las carreteras.
Según cuenta el periodista Armando Puente en la revista “Siete días ilustrados” en junio de 1975, Lorca ya estaba sobre aviso de sus amigos e intelectuales y escritores como Rafael Alberti o Agustín de Foxá desde hacía semanas del posible estallido de un golpe militar y de las más que posibles represalias hacia su persona, habida cuenta de su compromiso antifascista, su amistad con intelectuales como Fernando de los Ríos, y políticos como su cuñado, el republicano socialista Manuel Fernández Montesinos, último alcalde republicano de Granada, fusilado durante la guerra civil, además de las acusaciones históricamente vertidas sobre su figura acerca de su condición homosexual.
2) Los falangistas que intentaron salvar a García Lorca
Apenas unos días antes del estallido de la guerra civil, el 14 de julio de 1936, García Lorca, que residía en pleno centro de Madrid, y alertado ante esta posibilidad, decide tomar un tren con destino a la casa familiar en las afueras de Granada, la llamada Huerta de San Vicente que, según afirma en la propia información institucional de la actual Casa-Museo “fue comprada por el padre, Federico García, el 27 de mayo de 1925, que significó para ellos el reencuentro con el campo, especialmente a partir de 1933, año en que se trasladaron a Madrid”.
La familia García Lorca es testigo en esta zona de la Vega de Granada del estallido de la guerra civil 4 días después, y del triunfo del golpe militar en la cercana capital granadina apenas 6 días después de desembarcar la casa familiar, no sin el correspondiente pánico por su fama y significación, más que por él por la vinculación que se hacía sobre su persona, lo que motivó que la familia Lorca pensara rápidamente en un refugio seguro durante unos días que ellos creían que durarían las inestabilidades políticas, pensando para ello en un viejo amigo del poeta, el también intelectual y poeta granadino Luis Rosales, camisa vieja de la falange granadina, y perteneciente a una conocida familia local, los Rosales, de renombre.
Según una entrevista realizada por Ian Gibson al propio Luis Rosales en la revista Triunfo del 24 de febrero de 1979, Luis Rosales parece ser que regresó a Granada, al igual que Lorca en torno al 13 o 14 de julio y procedente también de Madrid, y sin ser consciente de lo que se estaba planificando esos días, decide sumarse a la conspiración golpista los días previos estando en la capital.
Luis Rosales, en dicha entrevista, desmiente el peso político de sus hermanos ni en la falange granadina ni en el alzamiento local del día 20 de julio, afirmando que de todos sus hermanos, José Rosales no poseía cargo alguno en la falange, si bien gozaba de gran prestigio entre los falangistas granadinos, Antonio Rosales, amigo personal e íntimo según afirma de Narciso Perales, era un simple tesorero, y sus otros hermanos Gerardo no se afilia nunca y Miguel se afilia a falange solo días después del estallido de la guerra civil.
Luis Rosales afirma que tras el estallido del alzamiento, es encargado de la secretaría del cuartel de Falange y Jefe de sector de Motril, al tiempo que de forma secreta escondía clandestinamente a Federico García Lorca en su domicilio del centro de la ciudad en compañía de la hermana, madre y tía de Rosales, desde el día 9 de agosto en que se esconde en silencio, hasta que la tarde del 16 de agosto de 1936, alguien delata el paradero del poeta granadino, que es denunciado por ser “espía de Moscú y secretario de Fernando de los Ríos”, algo desmentido por Laureano Benítez Grande-Caballero en el artículo “El balcón abierto de Federico García Lorca: toda la verdad sobre su muerte”, quien afirma que ello se debió a las rencillas personales, económicas y de tierras del padre de Lorca con las familias Roldán y Alba.
Indistintamente, Lorca es inmediatamente detenido en la casa de los Rosales por el ex cedista y conservador Ramón Ruiz Alonso, según afirma Armando Puente en una compleja operación formada por más de 40 soldados y civiles que acordonaron la casa de los Rosales en Granada, llevándoselo Ruiz Alonso al Gobierno Civil, de donde pasa a La Colonia, una residencia de estudiantes, y de ahí llevado a Víznar, donde es fusilado el 18 de agosto.
Sin embargo, las consecuencias de este fusilamiento iban más allá del propio Federico García Lorca que, estando ya muerto desde aquel 18 de agosto, no podría ser más represaliado. Ahora le tocaba el turno a sus cómplices y amigos, y concretamente al poeta Luis Rosales que, como hemos visto, fue amigo personal y protector de Lorca en los días previos a su detención y asesinato. Inmediatamente, Valdés y Ruiz Alonso, que guardaban una gran antipatía hacia los Rosales, aprovecharon la baza para tratar de reprimir también a Luis Rosales, que a punto estuvo de correr la misma suerte que su amigo Lorca y que se salvó del paredón gracias a Narciso Perales, ya destacado falangista en Granada.
Tal y como afirma Francisco Ortiz Lozano en su artículo “Federico García Lorca y los falangistas”;
“Luís Rosales, expulsado de Falange y encarcelado a la espera de ser pasado por las armas, se salvó gracias a la cuantiosa multa entregada por su familia y, sobre todo, gracias "a la llegada a Granada de uno de los falangistas más desconocidos y dignos de estudio, por su consecuencia y por su dignidad: el médico Narciso Perales, a quien José Antonio había condecorado personalmente en 1935. La llegada de Narciso Perales salvó a Luis; y seguramente hubiera podido salvar a Federico si se hubiera producido un par de días antes.
Al llegar a Granada, el día 22, tuvo un enfrentamiento con José Valdés, el cual, en el curso de la pelea dijo algo que demuestra por su propia boca hasta qué punto Valdés era un reaccionario de altura, un falso falangista:
"Mire usted, a mí, en eso del nacional-sindicalismo, lo de nacional me parece bien, pero lo de sindicalismo me da tres patadas en la boca del estómago; y lo tengo enfermo, ¿sabe usted?
En 1973 Narciso Perales declaró en una entrevista: "De haber estado yo en Granada y no en el frente, le aseguro que lo de García Lorca no ocurre. Y para aquel entrevistador "No hay duda de que no sólo no fueron los falangistas, sino que, a mi modo de ver, el estúpido crimen fue, precisamente, producto de una maniobra contra Falange”.
Ello es confirmado nuevamente por el historiador británico Ian Gibson en su libro “La represión nacionalista en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca” cuando afirma;
“Luis Rosales fue protegido en adelante por un influyente falangista, Narciso Perales, a quien José Antonio Primo de Rivera había concedido la máxima condecoración del partido, la palma de plata, por su intervención en acontecimientos anteriores al alzamiento.
Para evitar que su hijo siguiera exponiéndose, el padre de Perales lo envió a estudiar a la Universidad de Granada, donde se encontraba cuando estalló el movimiento. Pocos conocían en Granada su distinguido pasado falangista, y cuando estalló la insurrección no trató tampoco de ponerse en primer plano. De hecho estuvo a las órdenes de Luis Rosales en los primeros días del movimiento, por ejemplo cuando el 20 de julio los nacionalistas se apoderaron de Radio Granada. Nadie mejor que él, por tanto, para conocer la conducta de Rosales directamente.
Poco antes de la detención de Federico, Perales había ido a visitar la Jefatura de la Falange andaluza, en Sevilla, y cuando volvió a Granada, lo hizo con la autoridad correspondiente a su rango. Por entonces Lorca ya estaba muerto, pero Perales llego a tiempo de intervenir en favor de Rosales. Según Mme. Auclair, que habló con Perales, éste rompió una orden de detención contra Rosales, y protestó ante Valdés por la ejecución de Lorca, añadiendo que Rosales era de los pocos verdaderos falangistas que él había visto en Granada. Perales cree que, de regresar unos días antes, hubiera podido salvar también a Federico”.
A pesar de los intentos de una parte de la falange granadina liderada por los hermanos Rosales o por Narciso Perales, nadie pudo evitar que el sector conservador hegemónico en la retaguardia granadina cumpliera con sus pretensiones y, como indican ya cada vez más investigadores, las rencillas personales de las familias vecinas y el recelo de los sectores más conservadores de la sociedad local, consiguió callar para siempre la voz de Lorca.
Tras su asesinato, y a pesar del intento de los sectores derechistas por inculpar también a Luis Rosales, éste consiguió superar su crisis y acabaría convirtiéndose una reputada pluma de la nueva España franquista. Por su parte, Narciso Perales, tras pasar por varios frentes de guerra y ocupar puestos de responsabilidad en el nuevo régimen, acabó rompiendo definitivamente con la nueva España franquista en 1942, pasando a la oposición antifranquista falangista.
Sin embargo, a partir de estos acontecimientos en Granada y hasta su fallecimiento, los Rosales y los Perales mantuvieron una relación cercana de amistad en agradecimiento a la decisiva intercesión de Perales por Luis Rosales, si bien no continuaron colaborando políticamente y en ese sentido cada uno evolucionó de forma diferente. A pesar de ello, es significativa la carta escrita en el ABC del 27 de junio de 1993, 9 días después del fallecimiento del líder falangista, por María Fouz, esposa y viuda del poeta Luis Rosales;
“Deberíamos haberle dedicado más horas de nuestra vida a una persona tan entrañable y a quien tanto debíamos, concretamente en el asunto de Federico García Lorca. Todo el mundo sabe que Federico, después de reunida su familia, decidió que el mejor sitio para defender su vida era refugiarse en casa de los Rosales. Nada hacía prever lo monstruoso que sería su destino; fue sacado de la casa de los Rosales, a golpe de metralletas. La casa estaba tomada desde los tejados, y se lo llevaron como si fuera un peligro público.
Luis era un hombre bueno y un gran escritor, pero faltó un testimonio, un testimonio de Narciso Perales. Luis fue condenado a muerte por tener en casa escondido a un rojo. A Luis le condenaron a muerte, y a su padre le hicieron pagar una multa de 250.000 pesetas. Narciso Perales, esa persona que no podremos olvidar jamás y cuyo recuerdo perdurara en nosotros, impidió que fusilaran a Luis. Gracias Narciso, has sido un ejemplo y todos te lo agradecemos”
Fuentes;
-Rafael Gil Bracero. “Guerra civil en Andalucía; las operaciones militares".
-Mapa de la Memoria Histórica de Granada.
-Eduardo Molina Fajardo. “Los últimos días de García Lorca”.
-Ian Gibson. “Granada en 1936 y el asesinato de Federico García Lorca”.
-Expediente político personal de Narciso Perales. Archivo Histórico de la F.N.F.F.
-Entrevista a Patricio González de Canales. Agencia FIEL.
-Artículo de Armando Puente. “Siete días ilustrados”, junio de 1975.
-Casa-Museo de la Huerta de San Vicente.
-Entrevista realizada por Ian Gibson a Luis Rosales en la revista Triunfo del 24 de febrero de 1979.
-Laureano Benítez Grande-Caballero. “El balcón abierto de Federico García Lorca: toda la verdad sobre su muerte".
-Francisco Ortiz Lozano. “Federico García Lorca y los falangistas”.
-Ian Gibson. “La represión nacionalista en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca”.
-Carta escrita en el ABC del 27 de junio de 1993 por María Fouz, viuda de Luis Rosales.
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