viernes, 31 de julio de 2020

Brujería y control social


"Mi explicación de la locura de la brujería consiste en que fue en gran parte creada y sostenida por las clases gobernantes como medio de suprimir esta ola de mesianismo cristiano.

No es accidental el que la brujería empezara a tomar un auge creciente junto con violentas protestas mesiánicas contra las injusticias sociales y económicas. El Papa autorizó el empleo de la tortura contra las brujas poco antes de la Reforma Protestante, y la locura de la brujería alcanzó su apogeo
durante las guerras y revoluciones de los siglos XVI y XVII que pusieron fin a la era de unidad cristiana.


Sugiero que la mejor manera de comprender la causa de la manía de las brujas es examinar sus resultados terrenales en lugar de sus intenciones  celestiales. El resultado principal del sistema de caza de brujas (aparte de los cuerpos carbonizados) consistió en que los pobres llegaron a creer que eran víctimas de brujas y diablos en vez de príncipes y papas. 

¿Hizo agua vuestro techo, abortó vuestra vaca, se secó vuestra avena, se agrió vuestro vino, tuvisteis dolores de cabeza, falleció vuestro hijo? La culpa era de un vecino, de ese que rompió vuestra cerca, os debía dinero o deseaba vuestra tierra, de un vecino convertido en bruja. 

¿Aumentó el precio del pan, se elevaron los impuestos, disminuyeron los salarios, escaseaban los puestos de trabajo? Obra de las brujas. ¿La peste y el hambre destruyen una tercera parte de los habitantes de cada aldea y ciudad? 

La audacia de las diabólicas e infernales brujas no conocía límites. La Iglesia y el Estado montaron una denodada campaña contra los enemigos fantasmas del pueblo. Las autoridades no regatearon esfuerzo alguno para combatir este mal, y tanto los ricos como los pobres podían dar las gracias por el tesón y el valor desplegados en la batalla.

El significado práctico de la manía de las brujas consistió, así, en desplazar la responsabilidad de la crisis de la sociedad medieval tardía desde la Iglesia y el Estado hacia demonios imaginarios con forma humana. 

Preocupadas por las actividades fantásticas de estos demonios, las masas depauperadas, alienadas, enloquecidas, atribuyeron sus males al desenfreno del Diablo en vez de a la corrupción del clero y la rapacidad de la nobleza. La Iglesia y el Estado no sólo se libraron de toda inculpación, sino que se convirtieron en elementos indispensables. 

El clero y la nobleza se presentaron como los grandes protectores de la humanidad frente a un enemigo omnipresente pero difícil de detectar. Aquí había, por fin, una buena razón para pagar diezmos y someterse al recaudador de impuestos. 

Servicios vitales que atañían directamente a la vida en este mundo y no a la de ultratumba se prestaban con ruido y furia, llama y humo. Los esfuerzos de las autoridades por hacer la vida algo más segura eran hechos palpables; se podía oír realmente los gritos de las brujas cuando bajaban al infierno."


"Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura". Capítulo 10. "La gran locura de las brujas". Marvin Harris.

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