domingo, 29 de mayo de 2022

Costumbres en común


 

"Un clero con una solicitud pastoral activa generalmente ha encontrado formas de coexistir con las supersticiones paganas o heréticas de su grey. 

Por deplorables que sean estas soluciones intermedias a ojos de los teólogos, el sacerdote se da cuenta de que muchas de las creencias y prácticas del folclore son inofensivas, si se agregan al calendario de la Iglesia, pueden cristianizarse y servir para reforzar la autoridad de la Iglesia. 

Lo más importante es que la Iglesia, en sus rituales, domine los ritos de paso de la vida personal e incluya los festivales populares en su propio calendario.

Sobre todo, la Iglesia perdió su dominio sobre el ocio de los pobres, sus fiestas y festivales y, con ello, su dominio sobre un amplio campo de la cultura plebeya.

Esto cabe verlo en sentido literal. Si bien los antiguos días de los santos estaban repartidos liberalmente, el calendario ritual de la Iglesia concentraba los acontecimientos en los meses donde el trabajo era ligero, del invierno a la primavera, de Navidad a Pascua. En el siglo XVIII el calendario de festividades populares coincide mucho con el calendario agrario.

El desencadenamiento de este infierno en forma de cultura plebeya, una cultura que ellos no podían controlar, era la pesadilla de los puritanos que quedaban. Fiestas paganas que la Iglesia había incorporado a su calendario en la Edad Media, volvieron a ser festividades puramente seculares en el siglo XVIII.

En el otro extremo del espectro, tal vez uno de los rituales más brutales desde el punto de vista psicológico era el de la caza del ciervo de Devon. Un joven disfrazado con cuernos representaba a la víctima. Según lo acordado de antemano, era descubierto y perseguido por los sabuesos por las calles, los patios, los jardines, acosado y obligado a salir de callejones y establos. 

La cacería continuaba durante una hora o más y, con sádico refinamiento psicológico, el ciervo evitaba, hasta el momento final, el de la muerte, acercarse demasiado al domicilio de la víctima. Finalmente, tenía lugar la matanza, lenta, brutal y realista. 

El ciervo era acosado en la puerta de la víctima y uno de los cazadores perforaba con un  cuchillo la vejiga llena de sangre de buey que el ciervo llevaba en el pecho y la derramaba sobre las piedras delante de la casa de la víctima. Cabe observar aquí la cacería ritual con matices diabólicos".

"Costumbres en común". E.P. Thompson.

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