jueves, 5 de mayo de 2022

Nigromancia, hechicería y brujería


 

"La otra manera de nigromancia, o de magia, es la que se usa y ejercita con el favor y ayuda de los demonios, la cual vimos que ha muy grandes tiempos que se sabe y se ha ejercitado en el mundo; y de esto da testimonio la Sagrada Escriptura, así en los Magos de Faraón en el Testamento viejo, que competían con Moisés y Aarón, como en el Testamento nuevo y Actos de los Apóstoles, donde se trata lo de Simón Mago con el apóstol San Pedro. 

Encantadores llamamos a los que pública y descubiertamente tienen tratos y conciertos con los demonios, y así, obran cosas que en la aparencia son muy maravillosas, porque entrando en cercos les hacen parecer y hablar, y consultan a los mesmos demonios y aprovechanse de su favor y ayuda en todas sus obras, y los mesmos demonios las hacen por ellos. 

Y hechiceros se dicen aquellos que, aunque no dejan de tener familiaridad y conversación con el Demonio, es de tal manera que ellos mesmos apenas entienden el engaño que reciben; porque se aprovechan de algunos signos y caracteres y otras supersticiones en que tácitamente invocan nombres de demonios y se aprovechan de su ayuda; y para que con mayor disimulación el Demonio los tenga de su bando, aprovéchanse juntamente de algunas propriedades de yerbas y raíces, y de piedras y otras cosas que tienen virtudes ocultas, y así, va mezclado lo uno con lo otro, que son la mágica natural con la del Demonio. 

Pero, en fin, todos se pueden decir hechiceros y encantadores, a lo menos cuando con la magia natural, que es la de estas cosas a quien naturaleza dio estas virtudes y propriedades ocultas, van mezclados algunos signos y caracteres y palabras que los mesmos que las dicen no las entienden ni saben lo que es, y no quieren dejar de aprovecharse dellas para sus hechicerías y embaimientos.

Sea como fuere, que no lo habemos nosotros de averiguar. Y así, dejando esto, digo que, según la opinión de muchos autores, hay dos maneras de irse las brujas a hallarse en estos lugares con los demonios. La una es siendo engañadas, porque se untan con algunos ungüentos que las hace perder el sentido, pareciéndoles que se convierten en aves o animales; y muchas veces no solamente a ellas mesmas, pero también engañan los ojos de los que las miran y veen, porque el Demonio forma en ellas aquel cuerpo fantástico al derredor del suyo con aquella aparencia engañosa. 

Y lo mesmo hacen también los encantadores; que muchas veces nos engañan a la vista, como lo hicieron Circes y Medea y otras que usaron esta arte mágica, que tornaban a los hombres en brutos animales, y todos los que los miraban los tenían por tales, no siendo verdaderamente así. Porque, como dice el Filósofo, imposible es mudarse de una especie en otra y el concilio Aquilonense dice estas palabras: «El que hace y afirma poderse hacer que alguna criatura se transforme en otra cosa, mejor o peor, y se pueda mudar en otra especie de aquella en que Dios fue criado, este tal es infiel». 

Pero los brujos y brujas, aunque sientan engañarse lo tienen por bien y lo consienten; y estando de esta manera imagínansec animales que con velocidad van a las partes que quieren (o que, cuando sin ningún sentido, les representa el Diablo en la imaginación y fantasía todas aquellas cosas que quiere), y a ellas les parece que verdaderamente las veen y se hallan en ellas.  

Y la otra es que real y verdaderamente son llevadas por los demonios, como he dicho, yendo caballeras en los cabrones; y otras veces untándose con otras unciones que les hace parecer que se vuelven en aves y van volando, o en otros animales que son llevados por el aire; aunque la verdad es que de cualquiera manera siempre los demonios las llevan. 

Y aunque habría muchas cosas que poder decir y alegar sobre esta materia, conforme a lo que yo he leído, bien será que no la hagamos más larga; y así, quiero deciros solamente que no hay que dubdar en que estas mujeres fácilmente pueden ser llevadas por los demonios tanto espacio de tierra, aunque sea en un instante, pues que el que tuvo poder de llevar a Cristo del desierto y ponerlo encima del pináculo del Templo, y de allí llevarlo a un monte muy alto de donde se parecía mucha parte del mundo, no es mucho que también lleve a una mujer".


"Jardín de flores curiosas". Antonio de Torquemada.

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