jueves, 5 de mayo de 2022

Teología y demonología


 

"Todo verdadero milagro lleva consigo algún cambio en los cuerpos. Pero los demonios no pueden cambiar la naturaleza de los cuerpos. Todavía más. El argumento que prueba igualmente cosas opuestas no tiene ningún valor. Luego, si los demonios pueden hacer verdaderos milagros para persuadir la falsedad, tales hechos no tendrán ninguna eficacia para confirmar las verdades de la fe. Esto es inadmisible. 

Como puede deducirse de lo dicho anteriormente, tomado el milagro en sentido estricto, no pueden hacerlos los demonios ni criatura alguna, sino sólo Dios. Porque milagro propiamente es lo que se hace sobrepasando el orden de toda la naturaleza creada, y todo poder creado está contenido bajo este orden. 

veces, sin embargo, se entiende también por milagro, en sentido lato, aquello que sobrepasa el poder y la previsión de los hombres. Y en tal sentido pueden los demonios hacer milagros, es decir, cosas que admiran los hombres porque rebasan su propio poder y conocimiento. Incluso un hombre, al hacer algo que sobrepasa el poder y conocimientos de otros, le causa admiración, hasta el punto de hacerle creer que lo hace milagrosamente. 

Hay que tener presente que, aunque tales obras de los demonios, que a nosotros nos parecen milagros, no llegan a categoría de verdaderos milagros, son, no obstante, algunas veces cosas verdaderas y reales. Así, por ejemplo, los magos de Faraón hicieron por virtud de los demonios verdaderas serpientes y ranas; y cuando cayó fuego del cielo y en un abrir y cerrar de ojos consumió la familia y los ganados de Job, y la tempestad destruyó su casa y mató a sus hijos.

Como se dijo, la materia corporal no obedece a la voluntad de los ángeles, buenos ni malos, como si los demonios por propia virtud pudieran hacerla pasar de una forma a otra, pero pueden utilizar ciertos gérmenes  que se encuentran en los elementos materiales.

Pero los cambios de las cosas materiales que no pueden realizarse por virtud de la naturaleza, de ningún modo pueden hacerse en realidad por la acción de los demonios, como que el cuerpo humano se convierta en cuerpo de bestia o que un cuerpo muerto resucite. Y si alguna vez parece hacerse esto por virtud de los demonios, no es así en realidad, sino sólo en apariencia. 

Este fenómeno puede suceder de dos modos. Puede tener su origen dentro del hombre, en cuanto que el demonio es capaz de alterar la imaginación humana e incluso los sentidos hasta el punto de que les haga percibir algo como real, sin ser tal, según ya se ha dicho, lo cual se dice que incluso puede suceder algunas veces por la virtud de ciertas cosas naturales. 

Puede también tener un origen exterior al hombre. Pues, pudiendo el demonio formar con el aire un cuerpo de cualquier forma y figura para aparecer visiblemente disfrazándose, del mismo modo puede disfrazar cualquier objeto corpóreo con cualquier forma  corpórea, de tal modo que se vea dicho cuerpo bajo tal forma. 

Esto no ha de entenderse como si el poder de la fantasía del hombre o su misma representación individual revestida de cuerpo se manifiesta a los sentidos de otro, sino en cuanto que el demonio, que puede formar una representación en la fantasía de un hombre, puede también presentar a los sentidos de otro hombre una imagen semejante de esta representación".

"Suma de teología". Santo Tomás de Aquino.



"Ya estarán esperando quizá nuestros lectores cuál es mi opinión acerca de semejante embaucamiento de los demonios. Y así, cuanto vemos ser mayor el poder de los demonios sobre estas cosas bajas, con tanta mayor tenacidad tenemos que adherirnos al Mediador, por el cual ascendemos desde los abismos a las cumbres.

Si, en efecto, dijéramos que no hay que creer estas cosas, no faltan al presente quienes afirman con toda seguridad que han visto algunas de ellas o las han oído de quienes las pasaron. A mí incluso me ocurrió estando en Italia haber oído semejantes cosas de cierta región de allí, en que mujeres de albergue, imbuidas en estas malas artes, se decía solían dar a los viandantes, que querían o podían, dentro del queso cierto ingrediente que los convertía al instante en bestias de carga para transportarles lo que necesitaran, y después de realizado esto, tornaban de nuevo a su ser. 

Cierto que estas cosas son o falsas o tan extraordinarias que con razón no son aceptadas. Sin embargo, hemos de creer con toda firmeza que el Dios omnipotente puede hacer cuanto quiera, sea para premiar, sea para ayudar, y que los demonios no obran nada según el poder de su naturaleza (ya que ellos son también criaturas angélicas, aunque malignas por su propio pecado), sino lo que les permita Aquel cuyos designios ocultos son muchos, aunque ninguno injusto. Ciertamente tampoco los demonios producen naturaleza alguna si al parecer realizan prodigios semejantes a los que estamos examinando; sí, en cambio, transforman aparentemente las cosas realizadas por el Dios verdadero, y hasta tal punto que quedan desconocidas.

Así, no puedo creer en modo alguno que por arte o poder demoníaco puedan cambiar el alma, ni siquiera el cuerpo, en miembros o rasgos animalescos; en cambio, sí admito una imagen fantástica del hombre, que aun en el pensamiento o el sueño se cambia a través de innumerables representaciones de cosas, e incluso sin ser cuerpo adopta con asombrosa rapidez formas semejantes a los cuerpos; estando adormecidos o aletargados los sentidos corporales, sí admito que esa imagen puede llegar en figura corpórea, de un modo inexplicable, al sentido de los otros. 

Y esto de tal manera que, yaciendo los cuerpos humanos en alguna parte, vivos ciertamente, pero con sus sentidos mucho más pesada y gravemente cargados que durante el sueño, aparece aquella imagen fantástica a los sentidos ajenos como hecha cuerpo en la figura de algún animal, y el hombre se juzga entonces como podría verse en sueños, y piensa que puede llevar ciertas cargas; cargas que, si son verdaderos cuerpos, son llevadas por los demonios para burlarse de los hombres viendo en parte verdaderos cuerpos de pesos, y en parte falsos cuerpos de bestias.

Suele preguntarse cuál es la causa de que las llame el Apóstol señales y prodigios de mentira: si porque los sentidos de los mortales han de ser engañados a base de alucinaciones fantásticas, de manera que parezca realizar lo que no realiza, o se trata de auténticos hechos prodigiosos que arrastrarán al engaño a quienes crean que tales portentos no son posibles sin la intervención divina, ignorantes del poder diabólico, sobre todo cuando reciba un poder tal como nunca había tenido".

"La ciudad de Dios". San Agustín de Hipona.

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