"Vemos, pues, que la crisis de la economía española ha conducido a la burguesía a preocuparse más activamente por los problemas globales del desarrollo.
Hasta finales del siglo XVIII, gracias al disfrute del comercio colonial, pudo relegar a segundo término estas preocupaciones, pero después de 1814 había llegado un momento en que para proseguir su crecimiento, le era necesario asentarlo sobre el de España, y para ello necesitaba promover su transformación y, previamente, desbloquear los obstáculos que la supervivencia del Antiguo Régimen oponía al crecimiento general, liberando la fuerza productiva latente en una agricultura dominada por manos muertas y mayorazgos, por diezmos y derechos señoriales.
Era perfectamente lógico, por tanto, que la burguesía se encontrarse, a la vez que enfrentada con el aparato de gobierno del absolutismo, por su ineficiente política económica, combatiendo al régimen señorial, cuya persistencia obstaculizaba el progreso general y, por ello, su propio progreso".
"La quiebra de la monarquía absoluta". Josep Fontana.
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