"En el Madrid de 1880 había, en una población que apenas rebasaba el cuarto de millón de personas, algo más de 150.000 que comprendían desde los dependientes de comercio hasta los jornaleros de profesiones diversas o difíciles de clasificar.
Tal vez el número estricto de obreros estaba en torno a los 90.000. El 30 por cierto de la población asalariada estaba formada por mujeres y un 27 por ciento del total era menor de 18 años. Sobre las condiciones en que el trabajo se desarrollaba, las informaciones son también abrumadoras. La jornada no era, por lo común, inferior a las once horas, y a veces se extendía sencillamente de sol a sol.
No existía aun el descanso semanal, al menos en los oficios más ejercitados. Los informes sobre el coste de la vida del obrero son frecuentes ya a finales de siglo, y se harán más generales a medida que avance el siglo XX.
En el Madrid de los años ochenta, el salario diario podía oscilar entre las 6 pesetas del maquinista de imprenta, las 3,50 a 4 pesetas del tipógrafo, las 2 pesetas del albañil y los 6 reales del jornalero de Obras Públicas o el jornalero de la Villa, llamado así cuando esas obras publicas eran por cuenta del municipio.
Pero nos faltan informaciones sobre otra multitud de oficios. De ese montante, un 60 por cierto se iba en alimentación, pero, como decía un obrero informante, realmente, el alimento que nosotros consumimos es siempre el peor, porque tenemos que comer de fiado, y cuando se tenía dinero había que ir siempre a comprar lo más barato.
La vivienda del obrero era sistemáticamente una muestra pavorosa de hacinamiento y ocupaba, o bien los sótanos o bien las buhardillas de los edificios; los sótanos o las buhardillas, dice algún informante, y los testimonios son muy extensos y muy fiables. Todas ellas eran caras, de forma que una unidad de habitación debía ser ocupada por más de una familia.
El obrero madrileño, como el de todos los demás sitios, que dedicaba, como decimos, alrededor de un 60 por ciento del salario a la alimentación, invertía el resto casi íntegramente en el pago del alquiler de la vivienda o, de hecho, infravivienda".
"Largo Caballero. El tesón y la quimera". Julio Aróstegui.
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