"El 45 fue el año del hambre y no quiero acordarme de las cosas que vi por el camino ¡cuánta miseria y cuántas calamidades! La guerra nos hizo mendigos a todos.
No se veía más que hambre y luto por todas partes. Cuando llegué a la casa del pedáneo, llevaba la carga ligera. No es que yo tenga el corazón muy tierno, pero ¿Quién podía mirar lo que yo estaba viendo y pasar de largo? ¿Quién le va a negar un pedazo de pan al que no tiene qué llevarse a la boca?
Criaturas astrosas, arruinadas por la guerra, atravesando como fantasmas aquellos terrenos pobres que no crían más que alacranes, sentadas al filo de los caminos, comiendo cardillos y escorzoneras, disputando a las cabras la hierba de los ribazos.
Yo me acuerdo de haber visto, en los años del hambre, en los llanos esos que hay que coge el río cuando se desmadra, por encima del Pozo Hurtado, a familias enteras que iban y se ponían a cavar y llenaban sacos de grama.
La lavaban luego en el río quitándole la tierra que llevaba pegada a la raíz, y se iban a su casa con la carga a cuestas. Encendían el horno y la tostaban un poco, quitándole lo más correoso. La picaban después con una herramienta y la llevaban a moler al molino de Isidro Cantueso, que estaba al filo de las azudas, muy por debajo de las Montielas Chicas.
El molinero, al verles llegar con los sacos de grama, torcía el hocico, porque aquello era un engorro, y, para molerlo, tenía que empezar por mudar las piedras francesas de pedernal y poner otras más bastas.
Pero aunque a regañadientes, se compadecía de ellos, y echaba la ensalada aquella por la tolva abajo, y salía harina de grama, y con eso hacían pan, y se lo comían".
"Los hornilleros". Juan Luis González Ripoll.
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