lunes, 10 de febrero de 2025

Colmenar Viejo; el Guernica madrileño

 



1) Los antecedentes; la guerra civil y el norte de Madrid

El día 26 de abril de 1937, hace 80 años, los aviones de la Legión Cóndor de la Alemania nazi, apoyando al bando nacional de la guerra civil, bombardeaban la población vasca de Guernica, en un intento de desmoralizar el frente norte y atacar zonas vitales del bando republicano, muriendo cientos de personas en el ataque (aún hoy los historiadores no se ponen de acuerdo en el alcance total de muertos). 

Guernica se hizo ampliamente conocido a nivel nacional e internacional, salió en la prensa, y el conocido pintor malagueño Pablo Picasso lo inmortalizó en su obra más conocida.

Apenas tres meses después, en julio de ese mismo año de 1937, otro pequeño pueblo de la sierra norte de Madrid, Colmenar Viejo, sufriría el más conocido de una serie de hasta cuatro bombardeos y ataques aéreos de la aviación nacional a lo largo de 1937, los mas graves los días 21 de Julio y 28 de Noviembre, que, ensañándose sin parangón en ningún otro pueblo de la retaguardia republicana madrileña, redujeron gran parte del pueblo a cenizas dejando decenas de muertos.

A pesar de que los bombardeos de Colmenar Viejo fueron igualmente inmortalizados en la prensa, en la poesía y hasta en un desconocido cuadro en homenaje, a similitud de Picasso, su caso fue cayendo progresivamente en el olvido, acaso eclipsado por el poderoso mito de Guernica que ensombrecieron tragedias similares en ambos bandos durante la guerra civil.

Con el estallido de la guerra civil española el 18 de julio de 1936, Madrid puso la alarma ante la alarmante sublevación militar que se estaba ya produciendo en diversos puntos de España, y que acaba cristalizando en la capital con la puntual sublevación del Cuartel de la Montaña de Madrid el 19-20 de julio, liderada por el general Joaquín Fanjul, encargado de dirigir el levantamiento nacional en la capital española.

Con el aplastamiento de la sublevación militar en la capital de España protagonizada por las asonadas en el Cuartel de la Montaña de Madrid, y en los cuarteles militares de Carabanchel (liderado por el general García de la Herrán), Vicálvaro y Getafe, que también fueron ocupados, se ponía fin al alzamiento militar en Madrid capital.

Tan solo una breve escamaruza en la Sierra Norte madrileña, en el cerro de Cabeza Illescas frente al embalse de Santillana de Manzanares el Real a lo largo del 21 de julio entre las fuerzas sublevadas del Regimiento de Transmisiones del atrincheradas fortuitamente en la zona y los milicianos republicanos de la zona, apenas se produjeron más incidentes en la provincia de Madrid durante los días de golpe.

Sin embargo, el alzamiento sí dejó al país dividido en dos facciones, y rápidamente desde las zonas leales al bando nacional, fundamentalmente Castilla y León, el norte de Extremadura, Galicia, Navarra, la mitad occidental de Aragón y gran parte de la Andalucía occidental, los sublevados dirigidos inicialmente por el Emilio Mola desde el norte y Queipo de Llano desde el sur se lanzan a una campaña rápida de conquista de las grandes capitales españolas para neutralizar al gobierno republicano, teniendo Madrid como su objeto prioritario.

En esa campaña de hostigamiento hacia el Madrid republicano y debido al fracaso inicial de tomar la ciudad desde dentro en julio de 1936 por la férrea defensa miliciana y militar, se recurre a un método que se haría tristemente célebre y recurrente por ambos bandos a lo largo del conflicto; el bombardeo aéreo. Según Josep María Solé i Sabaté en su obra “España en llamas. La guerra civil desde el aire”, Madrid es ya bombardeado inicialmente muy pronto, y parece ser que ya el 27-28 de agosto de 1936 por parte de la aviación nazi que ya en ese momento iniciaba un primer apoyo táctico militar al bando nacional, quedando ligeramente dañado parte del centro de la capital.

La situación se agrava para la capital madrileña con el avance nacional a Madrid a partir de octubre y noviembre de 1936. Con la toma del frente occidental de la península, las tropas nacionales alcanzan el 4 de noviembre los municipios de Móstoles, Fuenlabrada, Alcorcón, Getafe y Leganés, el 5 de noviembre de 1936, toman el municipio de Carabanchel, adentrándose ya a las cercanías de Madrid, a la cual penetran el día 6 de noviembre cuando se produce la entrada a la ciudad por las tapias de la Casa de Campo, iniciándose la conocida como Batalla de Madrid a lo largo del mes de noviembre.

Ello provoca, según cuenta José Manuel Moreno-Aurioles Cabezón en su obra “Madrid bajo las bombas”, el inicio de un bombardeo masivo de la aviación nacional e ítalo-alemana a la España y al Madrid republicano, el mayor producido en toda la guerra civil, ya iniciado en octubre de forma parcial y ya a partir del día 8 en todo el centro de Madrid, especialmente en el triángulo de Embajadores-Delicias-Atocha. 

A pesar de estos ataques y de la ofensiva nacional en la Casa de Campo y Ciudad Universitaria, que se salda con la penetración franquista hasta casi la Plaza de la Moncloa, el ejercito republicano dirigido en esas terribles horas por la mano firme de José Miaja y Vicente Rojo consiguen frenar en Madrid capital a los nacionales, pero no era el único frente de guerra activo que había ya en ese momento en la provincia de Madrid.

Muchos meses antes, nada más estallar la guerra civil en julio del 36, ya se había producido un primer intento de toma frontal de Madrid por los nacionales, en este caso dirigido por Emilio Mola desde el norte a Madrid, que quedó rápidamente frenado por la defensa republicana en la Sierra de Guadarrama en la famosa “Batalla de Guadarrama” de julio-agosto de 1936.

A pesar de ello, algunos pueblos de la Sierra Norte, cercanos al Guadarrama, a pesar de colocarse en retaguardia, se situaron en plena primera línea del frente de guerra.  

Así queda recogido en los editoriales del diario La Libertad del 28 y del 30 de julio de 1936, donde se establece;

“Las milicias obreras, coronan y pasan los puertos de la Sierra de Guadarrama, poniendo en fuga a los facciosos. Así, en cumplimiento de lo que dispone el decreto de la Presidencia del Consejo de Ministros del 28 de julio, se declara zona de guerra al territorio comprendido por la línea avanzada de las tropas y la determinada por Cebreros, Zarzalejo, El Escorial, Guadarrama, Collado Mediano, Becerril de la Sierra, Matalpino, Manzanares el Real, Chozas de la Sierra, Guadalix de la Sierra, Cabanillas de la Sierra, Torrelaguna, El Cubillo de Uceda, Usanos, y Alcalá de Henares.”

Si bien el cercano municipio de Colmenar Viejo no quedó recogido como zona de guerra, su evidente cercanía geográfica con Manzanares el Real y Chozas (hoy Soto del Real) lo convertían en una zona conflictiva por su cercanía al frente, y se convertiría rápidamente y a lo largo de la guerra civil en una posición clave y estratégica, tanto para los republicanos como para los nacionales, que entendieron bien su importancia. Pero, ¿por qué tuvo tanta importancia Colmenar Viejo?

Segregado del Real de Manzanares desde inicios del siglo XVI, Colmenar Viejo, gracias a su potencial industrial, minero y comercial se convirtió en un núcleo de primer orden en el norte de Madrid que motivó que, ya en 1834, y hasta 1989, el municipio fuera cabeza de su propio partido judicial, según afirma Julián Caballero Aguado en su “Historias del antiguo Alcobendas”, que englobaba a gran parte de la Sierra Norte de Madrid, con municipios como Alcobendas, Becerril de la Sierra, El Boalo, Chamartín de la Rosa, Chozas de la Sierra (Soto del Real), Fuencarral, Guadalix de la Sierra, Hortaleza, Hoyo de Manzanares, Manzanares el Real,  Miraflores de la Sierra, El Molar, Moralzarzal, Navacerrada, Pedrezuela, San Agustín de Guadalix, San Sebastián de los Reyes, Talamanca del Jarama y Valdepielago. 

Así, a la importancia administrativa que tuvo Colmenar ya desde el siglo XIX se le suma otra mayor; su localización territorial. Colmenar Viejo se convirtió a lo largo de la guerra en un importantísimo nudo de comunicaciones, controlando los accesos y la carretera desde la Sierra de Guadarrama a Madrid capital, por lo que controlar (o atacar) Colmenar, era controlar el acceso a la capital española desde la sierra norte, en poder de los nacionales.

Por ello desde muy pronto, la retaguardia republicana coloca su presencia militar en el pueblo. 

En este sentido, los documentos y archivos del libro “Historia militar de la guerra civil en Madrid” de Manuel de Vicente González, y de la obra cumbre del tema, “Historia de las Brigadas Mixtas” de Carlos Engel. Según estos archivos, ya hay presencia militar en Colmenar a finales de mayo de 1937 por parte de la 69 Brigada Mixta dirigida por el famoso Gustavo Durán, que se acantona en Hoyo de Manzanares, Colmenar Viejo, Guadalix y Chozas de la Sierra para participar en la Ofensiva de Segovia, un intento republicano de toma de la ciudad castellana entre mayo-junio de 1937.

Tras la salida de la 69 Brigada, se instala en la zona la 11 División y 1 Brigada Mixta, creada en enero de 1937 y dirigida por el aún más conocido dirigente comunista Enrique Líster, que según consta en los archivos de Vicente González se acantonan en Colmenar a partir del día 13 de junio después de participar en combates en la Casa de Campo, aparentemente para iniciar la preparación táctica y militar de la Ofensiva de Brunete, para aliviar el frente norte y madrileño.

Con la entrada de esta división en la Batalla de Brunete en julio de 1937, quedó acantonada el 12 de julio en Colmenar Viejo una brigada de reserva para esa batalla, la 99 Brigada Mixta dirigida por Hernando Liñán y Ángel San Cruz, a quien le sorprende el primer bombardeo documentado del pueblo por la aviación alemana, motivo por el cual debe verse obligada a evacuar la zona.

Otras unidades menores e inactivas que pasaron por Colmenar Viejo posteriormente de los dos bombardeos del municipio en julio y noviembre de 1937 fueron, en diciembre de 1937 la108 Brigada Mixta del VI Cuerpo del Ejército, creada en marzo de ese año y partícipe en la Batalla de Brunete, y en noviembre de 1938 la 77 Brigada Mixta.

Además de ello, de su importancia como nudo de comunicaciones, de su posición estratégica en el acceso a Madrid, y de su lugar como zona de reserva en la retaguardia de Brunete y Guadarrama, Colmenar Viejo albergó importantes instalaciones militares en la guerra, tales como un puesto de enfermería veterinaria, un puesto de observación aérea, un depósito de municiones importante con cañones y granadas, y el más importante de todos, un estratégico aeródromo militar, junto al cercano del embalse de Santillana de Manzanares el Real, perteneciente a la primera región aérea, y ubicado, según afirman Roberto Fernández y Fernando Colmenarejo en su libro “La sierra convulsa” en la zona del Cerro del Alto Eugenio, a  las afueras del municipio.

Con todos estos antecedentes, es fácil comprobar cómo Colmenar Viejo, lejos de ser un simple pueblecito más de la retaguardia republicana era, para julio de 1937 un estratégico e importante lugar militar para el bando republicano, y por ello un objetivo para los nacionales.


2) Los bombardeos aéreos de Colmenar Viejo en 1937

Este importante nudo de comunicaciones en el camino a Madrid fue captado rápidamente por el ejército y la inteligencia franquista. De esta forma y según los archivos recogidos por Vicente González nos demuestran que, ya el 15 de febrero de 1937, apenas a 4 meses de morir en accidente aéreos, el General Emilio Mola, cerebro y “director” del alzamiento militar, preparaba una importante operación para envolver y tomar Madrid, como antecedente de la Batalla de Guadalajara, librada apenas un mes después.

Esa operación tenía como objetivos cortar e incomunicar Madrid con sus enlaces en el levante y aislarlo de sus contactos en la Sierra de Guadarrama. En ese plan y siempre según los archivos y documentos, Mola deja ya claro en febrero de 1937 la importancia de anular, atacar y si es posible tomar la zona de Colmenar Viejo cuando firma literalmente;

“La 1ª Brigada, salvando el embalse del Lozoya por el Este, avanzará para alcanzar el Berrueco Torrelaguna y el Molar envolviendo la sierra de la Cabrera. Posteriormente procurará apoderarse de San Agustín para apoderarse del importante nudo de comunicaciones de Colmenar Viejo”.

Como vemos, ya queda clara la importancia estratégica de los nacionales en la toma de Colmenar con el objetivo de aislar la capital por el norte. Nuevamente, Colmenar Viejo sale en los documentos de Mola como lugar estratégico en los preparativos de la Batalla de Guadalajara cuando, el 6 de marzo de 1937, adjudica a la División de Ávila la misión de intentar romper el frente norte madrileño y tomar Colmenar Viejo.

Todos estos planes preparativos para tomar a la fuerza Colmenar Viejo en el afán de romper el frente norte madrileño, primero en el contexto de la Batalla de Guadalajara y luego en la Batalla de Brunete se traducen en sendos ataques y bombardeos aéreos sobre el municipio, tanto para desmoralizar, como para neutralizar este lugar clave.

Antes de los dos más conocidos y retratados en julio y noviembre de 1937, hubo varios más encuadrados en la campaña de Guadalajara, no registrado en la prensa, pero si en los archivos que aporta Vicente González. 

Según esos informes, aparece un primer reporte de bombardeo del 20 de enero de 1937 que afirma;

“Por la mañana los Junker bombardearon el sector Perales del río y Barrio de Entrevías. Por la tarde, la Legión Cóndor bombardeó Valdemorillo, Villalba y Colmenar Viejo, por orden del Generalísimo”.

Y otro segundo reporte de bombardeo del viernes 26 de marzo de 1937, que afirma;

“En Colmenar Viejo lanzaron los aparatos enemigos tres bombas de 75 kilos, estallando solamente dos sin causar daños. La tercera que no llegó a estallar y que fue recogida es de fabricación alemana”.

Como vemos, la Legión Cóndor aparece como responsable del primer bombardeo de Colmenar, bien por indicación directa o por la presencia de material bélico alemán, por lo que parece claro que, a falta de conformaciones oficiales, sería igualmente responsable de los ataques de ese mismo julio y noviembre. De este primer ataque no tenemos noticias ni por la prensa, ni por los historiadores ni los testigos, que no lo mencionan, posiblemente por haber sido de menor alcance.

Fracasada la ofensiva nacional en Guadalajara en marzo de 1937, les toca el turno a los republicanos que, para suavizar la ofensiva en el norte y desestabilizar el frente madrileño se lanzan a la toma de Brunete en poder de los nacionales. Entre el 6 y el 26 de julio de 1937, el ejército republicano liderado por Líster y Modesto entre otros, con el apoyo decisivo de las Brigadas Internacionales se lanzó a la conquista de la zona, férreamente defendida por las tropas nacionales de José Iruretagoyena, Carlos Asensio, o Fernando Barrón.

En el casi mes que duró la batalla, una de las más brutales, terribles y sangrientas de la guerra civil, se calcula, según las cifras de Hugh Thomas en su mítica “Historia de la Guerra Civil Española”, que murieron alrededor de 40.000 soldados de ambos bandos, en tan sólo un mes, una cifra escalofriante que asusta sólo de verlas. En los planes de contraataque y defensa de la ofensiva de Brunete, las tropas nacionales no se valieron únicamente de los ataques sobre el terreno, sino también de un arma que ya venía siendo usada desde antes, los bombardeos. 

Apenas dos meses antes, el 26 de abril, el pueblo de Guernica era arrasado por la Legión Cóndor en el marco de la campaña del norte, y ya en febrero-marzo, pueblos del norte madrileño fueron bombardeados en el marco de la campaña de Guadalajara.

Ahora, le tocaba el turno al nor-noroeste de Madrid de sufrir las represaliadas de la aviación franquista como castigo por la ofensiva de Brunete. A lo largo de ese mes de julio de 1937, según los datos de los archivos militares mencionados y los partes de la Jefatura del Aire firmados por el General Alfredo Kindelán, jefe de la aviación nacional, son bombardeados las localidades, cercanías, sectores y accesos de Brunete (totalmente destruido), Villanueva del Pardillo (casi totalmente destruido), Quijorna (casi totalmente destruido), Valdemorillo, Galapagar, Villalba, Torrelodones, Hoyo de Manzanares, Colmenarejo, y los aeródromos de Barajas, Quintanar de la Orden, Tembleque, Torres de la Alameda, Guadalajara, y Alcalá de Henares, por parte de los aviones de la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana. 

Poco después, y precisamente en este contexto nacional de castigar núcleos y posiciones de vanguardia y retaguardia importantes para la ofensiva de Brunete y al Frente de Madrid, le tocaba el turno a Colmenar Viejo que, si bien lejos del frente de guerra, como hemos visto era un núcleo de comunicaciones, territorial y contingente bélico esencial para la retaguardia republicana, primero en Guadalajara, y luego en Brunete, siendo doblemente bombardeado por la aviación nacional (muy posiblemente la Legión Cóndor, con antecedentes en la zona) los días 21 de Julio y 28 de Noviembre de 1937.

Así pues, a parte de los otros dos bombardeos “menores” de enero y marzo del 37, que no debieron causar muchos daños ni bajas, Colmenar Viejo fue duramente atacado en dos grandes bombardeos que destruyeron barrios enteros, causando decenas de muertos. El primero de ellos, llamado “de noche”, ocurrió la noche del miércoles 21 de julio de 1937, en mitad de la noche y en un tranquilo día entre semana, para causar aún más bajas posibles.

La ofensiva de Brunete llevaba ya casi tres semanas de duración, y estaba a 5 días de finalizar, las fuerzas estaban exhaustas y desmoralizadas y era el mejor momento para asestar un duro golpe de aviso a la retaguardia republicana. Según recogen los testigos del suceso, algunos entrevistados por Roberto Fernández y Fernando Colmenarejo, el infierno aéreo debió comenzar alrededor de las 22:00 de la noche cuando, según recogen los testimonios de vecinos, aparecieron varias bengalas que encendieron completamente el claro cielo luminoso de aquella noche en el pueblo serrano, a modo de prolegómeno de la tragedia.

Inmediatamente, aparecieron por los cielos colmenareños, como en Guernica meses antes, una serie de aviones que empezaron a descargas, también como en el pueblo vasco, su carga mortal; bombas incendiarias, combinadas con ráfagas de ametrallamiento masivo contra la población local que huía de sus casas para evitar morir por las bombas, cazando masivamente a todo el que deambulaba desorientado y aterrorizado por las callejuelas y plazas.

Un relato de primer orden de esta tragedia nos la ofrece el artículo “Relato de las víctimas del bombardeo aéreo sobre Colmenar Viejo”, aparecido en “Nosotros”, órgano y portavoz de la Federación Anarquista Ibérica-FAI el 26 de julio de 193711, recogiendo el testimonio de una de las víctimas, llamada Ramón Expósito López;

“Todavía no eran las once de la noche. De pronto oímos el ruido de los aviones. De pronto, comenzaron a tirar bombas incendiarias sobre el barrio alto. Todo el mundo salió corriendo. En seguida cayeron las bombas explosivas, que hundían las casas. 

Cerca de donde yo estaba, una casa enterró a una madre y dos hijas. Nos echamos al campo, y los aviadores nos arrojaron bombas y descendían, tirándonos con las ametralladoras. Se fueron los aviones, y a los diez minutos ya estaban de vuelta. Lo mismo tiraban bombas fuera del pueblo que en los sembrados. El bombardeo duró hasta cerca de las cuatro de la madrugada”.

Como vemos, el alcance de la tragedia es indescriptible, un ataque masivo, nocturno, sobre una población indefensa que estuvo recibiendo durante cerca de 6 horas seguidas la descarga mortal imparable de las bombas y las metrallas sobre todo el pueblo, que quedó destrozado.

El mismo artículo recoge las palabras de otra herida, María González, desgarrador;

“¡Si hubiesen visto ustedes a los niños corriendo!, ¡Si los hubiesen visto casi despedazados, como yo los he visto! También cayó a mi lado una muchacha con las piernas cortadas. 

Nosotros corríamos, pero los aviones corrían más que nosotros. Teníamos que estar escondidas en el campo viendo como el pueblo ardía.”

Fruto de este terrible bombardeo, en la noche y madrugada del 21 al 22 de julio de 1937, una parte importante del municipio fue arrasada, destruida e incendiada. Cayeron bombas que destruyeron e incendiaron casas por todo el pueblo, cebándose especialmente en el barrio de San Francisco, en pleno centro histórico del municipio, que quedó casi arrasado.

Además de este barrio, quedaron dañados edificios e infraestructuras importantes del pueblo, como el molino de harina, la central de teléfonos, ubicada en la plaza principal que quedó dañada, la plazuela del mercado municipal, o el pósito de granos que, como informa el propio Ayuntamiento de Colmenar Viejo, era un destacado edificio del centro histórico, al costado de la Iglesia parroquial, desinado a depositar y almacenar los cereales a modo de almacén para evitar la ausencia de este elemento y que, fruto de una bomba que al parecer cayó y rebotó en la iglesia, fue a parar al pósito, destruido casi totalmente y que ahora ha sido restaurado. 

Sobre el número de muertos y heridos de este terrible bombardeo se inició, como pasó con el caso de Guernica, un baile de número y cifras, habitual en estos casos. Según los historiadores e investigadores Fernández y Colmenarejo, el número de bajas se limitó a 11 muertos y un desconocido número de heridos, si bien la propaganda oficial del gobierno republicano lo elevó a un total de 50 muertos y más de 100 heridos.

Las noticias del bombardeo quedaron reflejadas ampliamente en la prensa republicana de la época y en los partes de guerra oficiales. 

Además de en el mencionado órgano de “Nosotros” de la F.A.I., se ofrecieron titulares y reportajes fotográficos especialmente extensos en el ABC y en Crónica, donde se manifestó la crudeza del bombardeo en un collage de fotos de la tragedia, así como en el folleto titulado “Visiones de guerra y de retaguardia”, editado por el Comisariado de Propaganda de la Generalitat de Cataluña en septiembre de 1937, que se dedica casi por completo a un monográfico de esta tragedia, y que afirma en su prólogo;

“Este número, que se lo dedicamos casi por completo a Colmenar Viejo, es un exponente del instinto feroz de las huestes de Franco. Esta villa castellana, tranquila y risueña, ha experimentado en sus entrañas el horror de una guerra cínica y cruel, traída de una manera bárbara a la retaguardia indefensa. 

La aviación negra pasó por Colmenar Viejo, y tras ella ha sembrado la destrucción y la muerte”.

En la misma tónica de denuncia de los abusos cometidos por una población indefensa y de retaguardia, insisten casi todos los titulares, como “El Sol” que habla de “trescientas casas destruidas después de cruzar los aviones de Hitler en Colmenar Viejo”, el diario “La Libertad", que habla de cómo “los aviadores enemigos, no contentos con destruir las mieses, productos del trabajo, y de incendiar y demoler gran número de casas, se consagró a ametrallar a las mujeres y niños que huían a campo a traviesa”, mismo titular y redacción (presumiblemente la versión oficial reproducida en todos los medios afines) que se puede encontrar en “La hora”, en el portavoz del PSOE, “El Socialista” que, además, afirma que “la aviación facciosa se dedicó al bombardeo de poblaciones alejadas del frente de combate, misión más sencilla que combatir en el cielo de Madrid con nuestros cazas”, o en el periódico “El mono azul”, órgano de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura que, bajo una fotografía de una casa arrasada titula “así civiliza el fascismo”.

Además de ello, se publicaron partes oficiales del Ministerio de Defensa, publicados en el ABC republicano del 23 y 24 de julio de 1937, donde habla de “la criminal acción de los aviones enemigos sobre la retaguardia”, dando cuenta de los recientes bombardeos, ya descritos en la versión oficial, de Mataró, Colmenar Viejo, Quintanar de la Orden y Huerta de Valdecarabanos. 

Hasta el propio Presidente de la República, Manuel Azaña, se hacía en los meses posteriores de la masacre, eco de la tragedia. Los efectos sobre el pueblo fueron terribles y aún fueron notados incluso por la visita fugaz que a esta zona realizó el Presidente de la República.

Manuel Azaña los días 13 y 14 de noviembre de 1937 (4 meses después del primer bombardeo, y apenas unos días antes del segundo). Ello queda reflejado en las memorias del dirigente republicano, concretamente en sus “Diarios completos”, y más concretamente en su capítulo “Cuaderno de La Pobleta. 1937”, donde  afirma;

“Colmenar Viejo también ha padecido bombardeos, aunque no se percibe a simple vista, porque en estos pueblos serranos, la frontera entre una casa habitada y una en ruina, suele ser borrosa".

Junto con estos testimonios, titulares de prensa, y las fotografías de la masacre, ampliamente difundidas en todo el campo republicano por los reporteros y fotógrafos de la época, como José María Díaz Casariego, Félix Albero Truyen, o Francisco Segovia García, también la masacre tuvo otro inesperado y curioso propagandista; el arte.

Emulado al caso de su vecina Guernica con Picasso, también Colmenar Viejo tuvo su cuadro propio, en el que se recreó esta terrible masacre, cuadro titulado “Bombardeo de Colmenar Viejo”, del pintor cordobés Antonio Rodríguez Luna y también guardado a día de hoy, como su semejante, en el Museo Reina Sofía de Madrid.

Lo cierto es que, además, el bombardeo, pensado para amedrentar y asustar a la población tuvo gran éxito, como recoge en sus archivos recopilados por Vicente González  que, en un “Informe sobre la situación del XVIII Cuerpo de Ejército” del bando republicano reconoce de que “la moral es baja. La tropa está agotada. Los bombardeos nocturnos son muy eficaces”. 

Debido a ello, y de las denuncias por las atrocidades de la aviación franquista, se pidió venganza y contundencia desde las filas republicanas, solicitando simular la crueldad sobre la población enemiga, tal y como se evidencia en el artículo publicado en ABC “Hay que contestar a la barbarie con sus mismo métodos” el 24 de julio de 1937, donde se afirma;

“Algo tenemos que aprender también. La guerra ha tenido siempre sus leyes, destinadas a humanizar hasta donde sea posible, su proceso de horror. Cuando una de las partes viola tales normas, ¿puede la otra conservarse en su cumplimiento? Nosotros entendemos que no. Con las fieras no puede lucharse sujetándose a reglas de manual”.

A pesar de este llamado a la venganza parece que, salvo casos concretos y operativos, la aviación republicano no hizo masivamente lo mismo sobre la población civil nacional. A pesar, sin embargo, de la tragedia, de las pérdidas, y de la desesperación producida por este ataque sorpresivo de la aviación nacional, la tragedia de Colmenar tuvo su cara amable en forma de heroísmo y solidaridad. 

El heroísmo se dio a conocer poco después de pasada la masacre, y nos lo narran los  periódicos de la época. En el artículo “Loor a los héroes” publicado en el mencionado periódico “Nosotros”, se afirma;

“Uno de estos hechos se refiere a la heroica actuación de los telegrafistas de Colmenar Viejo, Felipe Vaquero y Miguel Carpintero. Sobreponiéndose al dramatismo de aquellos momentos, los dos aludidos continuaron en sus puestos, dando cuenta de cuanto ocurría, trasladando la central telefónica a lugar más seguro, a fin de que las comunicaciones no se interrumpiesen. Esta operación, realizada bajo la metralla, fue llevada a cabo satisfactoriamente”

Este gesto de heroísmo de los telegrafistas manteniéndose firmes en sus puestos en mitad del ataque enemigo, le valió reconocimientos y felicitaciones del alto mando republicano. El periódico “La Libertad”  informaba el 24 de julio que los aludidos habían sido propuestos para recompensa por el general del Ejército del Centro, General Miaja, informando además de que los aludidos habían puesto a salvo todo el material de comunicaciones, y después habían participado en la labor de salvamento de la población civil local. 

El ABC republicano de ese día informa de lo mismo, afirmando además de que Miaja les había premiado con 1000 pesetas, que entregaron al organismo de solidaridad con presos y heridos, el Socorro Rojo.

También la solidaridad de la cercana capital de Madrid estuvo presente en esta tragedia. Tal y como informa el ABC republicano del día 31 de julio de 1937, el día anterior se celebró una sesión plenaria del Ayuntamiento de Madrid presidido por el republicano Rafael Henche de la Plata, donde se acordó ceder una ayuda económica en metálico a las víctimas del bombardeo de Colmenar Viejo, para “atenuar la tragedia que causó la aviación”, premio que según Fernández y Colmenarejo se tradujo en 5.000 pesetas.

El fin de la Batalla de Brunete llegó el 25-26 de julio, apenas 4 días después de la primera masacre de Colmenar Viejo, y tras ello, el frente de Madrid queda definitivamente estabilizado, perdiendo protagonismo esta provincia en la guerra hasta el final del conflicto bélico. Los meses pasaron, y el pueblo intento volver a recuperar la calma, aunque la población local colmenareña se mostraba temerosa y escéptica por los sucesos de julio. A pesar de eso, se volvió a la vida normal y a la calma.

En ese contexto, sin motivación ninguna, sin batallas ni operaciones bélicas en la provincia y en la zona de consideración desde hacía 4 meses, y enmarcado en una campaña más de desmoralización del enemigo, se produce el segundo bombardeo, el llamado “de día”. 

El día domingo 28 de noviembre de 1937, según recoge el Boletín de Información del Ejército de Centro republicano, recogido en los archivos de Vicente González informan de que;

“A las 10´50 horas, 3 trimotores enemigos bombardean la zona de Colmenar Viejo. Han sido bombardeados los pueblos de Manzanares, Cabanillas y Altos de Casa del Pino. El bombardeo sobre Colmenar Viejo ha causado grandes destrozos y elevado número de víctimas, calculándose cerca de 75, en su mayoría muertos”.

Este bombardeo fue aún más trágico y mortífero que el anterior, a pesar de no haber sido tan publicitado por los medios republicanos. El motivo es que, al haber sido realizado en pleno medio día de un domingo, donde la gente solía llenar las calles, hacían el lugar aún más concurrido que en la anterior ocasión, generando más víctimas por lo tanto.

En otro parte del Ejército del Centro del día 2 de diciembre, se confirma el bombardeo, pero se reducen las victimas a 50 muertos y 80 heridos, si bien Fernández y Colmenarejo lo elevan a 63 según el parte de defunciones local. 

Si sumamos, por tanto, las 63 víctimas del segundo bombardeo a las 50 calculadas del primero, nos dan un resultados de 113 víctimas mortales de los dos bombardeos llevados a cabo entre julio y noviembre de 1937 en Colmenar, excesivo número y excesivo sacrificio para, como decía el titular del periódico “Frente Rojo”, “un pueblo donde no hay ni asomo de organización militar alguna”.

Este doble castigo, este doble ataque aéreo de Colmenar, que en realidad fueron 4 a lo largo de 1937, convirtieron a este pequeño pueblo castellano, a este auténtico Guernica madrileño, ahora 80 años después olvidado, en uno de los más castigados de España y de Madrid que, por su situación estratégica en el camino a Madrid, se convirtió en el blanco de una guerra cruel que se llevó a cientos de personas por delante.


Publicado en; https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6385690


Fuentes;

-José Manuel Moreno-Aurioles Cabezón. “Madrid bajo las bombas”. Universidad Complutense de Madrid. Curso 2015-2016.

-Julián Caballero Aguado. “Historias del antiguo Alcobendas”. Fundación Veinticuatro de enero. 2016.

-Manuel de Vicente González. “Historia militar de la guerra civil en Madrid. Fuentes primarias”. Ministerio de Defensa de España. 2014.

-Carlos Engel. “Historia de las Brigadas Mixtas”. Almena Ediciones. 2005.

-Roberto Fernández, Fernando Colmenarejo. “La sierra convulsa”. Círculo Rojo Editorial. 2015.

-Hugh Thomas. “Historia de la II República y la guerra civil española”. Ediciones Debolsillo. 2010.

-Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España.

-Hemeroteca ABC.

-Hemeroteca El Socialista.

-Manuel Azaña. “Diarios completos”. Editorial Crítica. 2000.

-Miguel Cabañas Bravo. “Rodríguez Luna, el pintor del exilio republicano español”. CSIC. 2005.

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